Notas periodísticas

SÁBADO, 6 DE FEBRERO DE 2016
MUSICA › LUCIANA JURY PRESENTA “PA’ DESCARGAR EL CORAZON” EN CIRCE
“Mi vida cabe en una canción”
La cantante, hija de Zuhair Jury y sobrina de Leonardo Favio, tiene una de las voces más atractivas de la música popular de hoy. En su concierto mostrará canciones de toda su discografía con una idea clara: “Hacer catarsis para volver a construirnos”, dice.
 Por Cristian Vitale
“Pa’ descargar el corazón”, lo llama ella, madre, artista, morocha y argentina, a la que cada día en la vida pasa como al común: rutinario, algo monótono, sin mucho de particular. “Como todos, me ocupo del cotidiano, cosa bastante aburrida pero inexorable”, dice Luciana Jury, cantante cuya voz muchos sindican como “lo más” dentro de las aguas ondulantes de la música popular argentina. Y llega el contraste, claro:
“Eso sí, me he prometido todos los días de mi vida, en algún momento de ese cotidiano, parar la pelota, respirar y agradecer el movimiento de la naturaleza”. Y tal vez alcance para explicar el milagro de una voz, un decir, un sentir que sale de las entrañas o de vaya uno a saber de dónde. Ahí están “El agua de una gota” o “Cuando el amor se aproxima”, de Maldita huella, aquel prodigioso disco que grabó con Carlos Moscardini hace ocho años. O la tremenda versión que hace del anónimo pampeano “Tú eres la dulce trigueña” (Canciones brotadas de mi raíz). O la increíble “Tonada del cabrestero”, de Simón Díaz, que abre su último trabajo a la fecha, La madrugada.
Porque lo que ella, la sobrina del enorme Leonardo Favio, llama “Pa’ descargar el corazón” no es el nombre de un nuevo disco, sino una forma de presentar sus conciertos de verano, hoy a las 21 en Circe, Fábrica de Arte (Córdoba 4335), y el del sábado 19 de marzo en Caras y Caretas (Sarmiento 2037), luego de algunos shows en San Luis. “Pa’ descargar el corazón” es una invitación a esa o ese espectador que necesita, a través de un canto o una canción, vaciar el alma para quedar liviano, para seguir estando atento para defender lo conseguido. No obstante un corazón se carga no sólo de este contexto sino también de situaciones particulares y afectivas que también convoca a la descarga. “Juntamos todo en una sola noche y hacemos catarsis para volver a construirnos”, sentencia la Jury, hija de otro artista enorme: Zuhair.
–¿Por qué las define como canciones que se desarman y se vuelven a armar?
–Muchos me dicen, cuando termino de cantar, que sienten que se les desfragmenta el cuerpo. Pero lo dicen con alegría. Y a mí me pasa igual. Por eso siento que cuando canto, no canto sola sino también con la gente que asiste a los recitales. Qué mejor que se desacomoden las piezas que lo conforman a uno para verlas una a una, sentirles las asperezas, los callos, las jorobas, para entonces poder acariciarlas, abrazarlas y volver a unirlas. Si somos un todo andando por el mundo, no viene mal, de tanto en tanto, vernos eslabón por eslabón.
–La elogian mucho. ¿Cómo reacciona ante eso? ¿Se asusta?
–Los recibo con gratitud. No hay miedos. No hay ego. Los elogios son caricia amorosa, son el resultado de un servicio mutuo trasmitido por todos con mucho amor. Cada recital se vuelve un encuentro... diría de esoterismo, de espiritualidad pura. Sin artificios escénicos ni maquillajes ni vestuarios exóticos. Acá sólo mandan los sonidos y la poesía, y un corazón que asimila todo esto.
Jury es cantora, compositora y guitarrista. Lleva tres discos como solista (En desmesura, además de los nombrados), y dos compartidos (Maldita... y El veneno de los milagros, con Gabo Ferro). Y una alucinante participación en Cuchichiando, obra de Quique Sinesi en homenaje al Cuchi Leguizamón, publicada en 2010. La cantante nació hace 41 años y reconoce sus influencias en Violeta Parra, Simón Díaz, Atahualpa Yupanqui, Leda Valladares, Atilio Reynoso, Chavela Vargas, Concha Buika, Lhasa de Sela, Björk, Elza Soares, Gabo Ferro y Liliana Herrero. “Pero mi gran faro han sido mi padre y mi madre. Ellos me llenaron la infancia y la adolescencia de músicas y análisis emotivo de cada canción que se ejecutaba o se escuchaba en casa. Por eso voy hacia la música que me conmueva el alma. Primero la música de los pueblos, sobre todo los de nuestra región, para saber de dónde vengo y qué sonidos habitaron primero este territorio... Engullo de aquellos que rescatan del olvido”, determina.
–¿Cuánto vuelca de su vida en las canciones?
–Todos mis recuerdos y mi presente están en mi canto, por tanto toda mi vida cabe en una canción.
–¿Cómo definiría, sintéticamente, cada uno de sus tres discos?
–Canciones... es mi documento de identidad sonoro; En desmesura es un corazón desgarrado de dolor; y La madrugada, un camino hacia la luz.
–El de “En tu pelo”...
–(Risas.) Ese es un tema que escuché primero por Lía Crucet. Me encanta, la admiro, es un aguafuerte de mi adolescencia conurbanense. “En tu pelo” es un amor que no pudo ser, que son los mejores porque te dejan en la boca el sabor de la incógnita.






Un grito para tapar lo negro del mundo

Tras sorprender con su disco junto a Gabo Ferro, se posicionó como una de las voces más originales de la escena
LA NACION
VIERNES 05 DE FEBRERO DE 2016

Luciana Jury, una voz intensa, entre el sentimiento y la desmesura
Luciana Jury, una voz intensa, entre el sentimiento y la desmesura.Foto:Paula Salischiker
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Luciana Jury es intensa. Es como el estruendo de un rayo que cae en una noche cerrada en medio del campo. Su voz tiene un gesto criollo y rabioso, como el de una cantora de otro tiempo, arcaica y moderna. Es grave y sentimental como Chavela Vargas, como Violeta Parra, cuando canta esos estilos camperos olvidados del 1800. Puede sonar fresca cuando aborda con picardía provinciana una cueca o cuando desarma una canción de Rafaela Carrá. Puede sonar trágica y oscura cuando canta un vals de Canaro o una canción hipnótica de Lhasa de Sela. Puede sonar como la más rockera, aunque sea la más criolla de su especie. "Siento que soy la cantante más rockera que pueda haber en este tiempo, no importa que lo haga en un estilo añejo. Puedo sonar a Pappo o Janis Joplin haciendo temas de más de 200 años", cuenta Jury, y no lo dice con jactancia, sino con una redonda autenticidad.
Después de una trilogía de trabajos en solitario y producciones compartidas con Carlos Moscardini y Gabo Ferro, Luciana Jury está en su momento interpretativo a punto caramelo, una síntesis de madurez y emocionalidad. Lo demuestra en su último disco,La madrugada, donde recrea con devoción y ferocidad sentimental obras anónimas de transmisión oral junto a temas de reconocidos compositores, como Simón Díaz, Violeta Parra, Lhasa de Sela, Rafaela Carrá y Francisco Canaro.
Esas canciones de su último disco, que presentó durante 2015, serán parte del repertorio de su nuevo espectáculo, Pa' descargar corazón, en el espacio Circe (Av. Córdoba 4335), mañana, a las 21. "En estos conciertos haré canciones de otros discos y de mi último trabajo, pero la excusa es encontrarse con la gente para que pueda pedir temas que quiera escuchar esa noche", adelanta la hija única de Zuhair Jury y sobrina del cineasta Leonardo Favio.
Su repertorio nace de lo que fue escuchando en toda su vida. Su estilo nace de sus vivencias. "De lógico y racional no tiene nada. Es la necesidad del ser humano de pegar un grito como un desgarro frente al milagro de la vida, básicamente ése es mi palo. Uno toma los elementos fundamentales de la vida, como el amor y la bronca, y todos esos sentires pasan a las canciones que conocí en algún momento de la vida. Mis padres son los que me han provisto de todo el material musical, no con vinilos ni cassettes, sino tocando la guitarra y cantando. Nunca hubo un aparato de música sofisticado en mi casa."
-¿Ellos eran musiqueros?

Ese espíritu antiguo parece venir de la cuna en el caso de Luciana Jury, una artista que se modeló escuchando otras voces y estilos que hicieron escuela en la música y que se construyeron a su vez sobre otras escuelas y otros cantos anónimos, como el de Yupanqui o Chazarreta. Lo que en definitiva Luciana Jury aprendió es una actitud ética frente a la música. "Mi papá es un gran artista que sabe vivir en el cotidiano de los días. A veces los artistas hacemos cosas para romper las estructuras pero no sabemos volver al cotidiano, disfrutar de poner la pava para el mate. Mis papás me enseñaron que esas cosas son las importantes. Aunque el escenario es un momento maravilloso. Cada uno de esos seres que conforman un público viene a esa noche para escucharme cantar, pero también para conversar sobre una misma forma de mirar el mundo o de sentir el mundo. Son las cosas lindas del camino de un cantor, pero la vida es otra cosa.-Ellos son gente que me demostró que hay otras maneras de disfrutar la música. No tiene que ver con hacer una carrera o un camino con eso, sino que es utilizar la música como un canal expresivo a través del canto y del sonido de la guitarra. Si bien ninguno de los dos es estudioso, supieron encontrarle el gusto. Eso viene de la gente paisana y de campo que jamás estudió, pero sin embargo tiene un color, un olor, un territorio y experiencias afectiva volcada a esa manera de tocar la guitarra.
-¿De dónde viene esa intensidad del canto?
-Quiero decir gracias de una manera que se pueda oír tan fuerte que pueda tapar todo lo negro de este mundo.
-También tenés una cosa muy gauchesca.
-Mi padre me ha contado muchas leyendas populares, me ha leído a Juan Dragui Lucero (un recopilador de leyendas), tengo mucho del sentir cuyano y aprendí que hay que hacer el folklore más olvidado, el perdido, del que ya nadie se acuerda. Ésa es mi raíz.
-¿Cómo fue la experiencia de hacer canciones con Gabo Ferro en El veneno de los milagros?
-Gabo reconoció en mí el presente que me toca vivir, el conurbano que transito. Se dio cuenta de que a mí me interpela el rock. Fue rescatarme de esa mirada tan fuerte de mi padre para poder pensarme un poco más, pensarme yo misma qué musiquera quiero ser y hacia dónde quiero ir.

Luciana Jury

Con su nuevo espectáculo solo set. Pa' descargar corazón
Circe Fábrica de Arte, Av. Córdoba 4335. Mañana, a las 21. Entrada: $ 100

sobre "La Madrugada"





PAGINA 12
MIÉRCOLES, 15 DE JULIO DE 2015
MUSICA › LUCIANA JURY PRESENTARA LA MADRUGADA EN EL XIRGU
“El único espacio de libertad que existe es la música”
En su tercer disco solista, la cantante refleja su necesidad de un espacio de soledad en la noche, tras varios años de madrugadas por el nacimiento de su hija. “Intento hacer un puente con el otro para que pueda ver quién soy. Y yo soy lo que canto”, afirma.

 Por Cristian Vitale
Luciana Jury pone pausa en medio de una tarde de sol. En eso –disfrute y pensamiento–, toma un mate bien amargo, levanta sus ojos negros y habla de voces, energías y cantoras. “Me gusta que se quiebren, que se rompan y que se vuelvan a armar. Que en las voces aparezcan grietas más que prolijidades”, (se) define ella. Después, guiará tal veredicto del alma hacia nombres y apellidos. Hablará de Janis Joplin, Liliana Herrero, Chavela Vargas, Violeta Parra o Nina Simone, pero por lo pronto menciona lo que ella misma canta en su maravilloso tercer disco solista, La madrugada, que estrenará en público este viernes a las 21 en el Teatro Margarita Xirgu (Chacabuco 875). “Me parece mucho más divertido ir creando a ciegas, porque me aburre saber cuál es el camino por el que voy y saber adónde voy a llegar... Me gusta caminar sin saber hacia dónde. La madrugada fue eso: un transcurrir”, vuelve a definir.
–¿Transcurrir en qué sentido, puntualmente?
–En el de verme un poco más grande y empezar a tener problemas de adultos. Hacerme responsable de cosas que nunca quise hacerme responsable, porque sentía que no era ése mi destino. Darme cuenta de que madrugar implica hacerse cargo de esos problemas y resolverlos, y que ésa era la única forma de recuperar el sueño, porque esos mismos problemas me quitaban el sueño.
–Habla de madrugar en sentido figurado, se intuye. Pero, ¿dónde está la madrugada en concreto? Porque el disco tiene un clímax que cierra filas con ese momento del día...
–En que, al cabo de toda una etapa de transcurrir la madrugada, me di cuenta de que necesitaba un espacio de soledad. Tengo una nena de 5 años y eso me cambió. De no tener responsabilidades, las madres pasan a tenerlas todo el día y se olvidan de la soledad. Pero como a mí no me puede pasar eso de ninguna manera, porque la soledad es mi gran compañera, necesité refugiarme en esas horas de nocturnidad para estar sola, para pensar, para perder el tiempo, para colgarme en Internet escuchando música o para encontrar respuestas a esas preguntas que me acechan todo el tiempo en la cabeza, y que no me estaban dejando dormir.
–Existencialista, la Jury...
–Soy profundamente existencialista, sí.
–Qué problema ése.
–O qué virtud (risas).
Un problema o una virtud de “ser existencial” que se traduce sutil –o explícitamente– en varias de las trece canciones que pueblan La madrugada. Canciones cuya voz de tensiones, bellezas y quiebres alcanza altas honduras climáticas en un canto campesino, español y anónimo como “De Esquileo”, en una bellísima tonada que la pinta entera por el lado de la soledad (“Tonada del cabrestero”, de Simón Díaz), en la desgarradora y tremendamente existencial “Quisiera amarte menos” (del tándem Canaro-Amadori), en el remanso sonoro que eyecta de la melodía de “Viejo estilo”, o en esa resaqueada chacarera del Chango Rodríguez llamada “Volviendo”. “Este disco es precisamente un documento sonoro de esos pasajes de nocturnidad que contaba, y que son las músicas que son parte de mi historia, de mi vida. La verdad es que no hago músicas que no conozca. Ultimamente, lo único nuevo que hice a ese nivel fue El veneno de los milagros, el disco con Gabo Ferro”, explica esta increíble cantora, guitarrista y compositora, que debe su sangre al guionista, pintor y músico Zuhair Jury, el hermano de Leonardo Favio.
–¿Le da el tiempo para revisar qué representó el disco de Gabo Ferro para usted o es muy temprano todavía?
–La verdad es que fue la música que más me importó en este tiempo y en esta región. Encontré en él un artista que me hizo vibrar.
–¿Tanto como las canciones de La madrugada?
–Sí, porque estas canciones son parte de los tesoros musicales que me han dado mis padres, lo que fui encontrando en la vida al conocer a Raffaella Carrà en mi infancia, por ejemplo, y todo lo que me provocaba y me sigue provocando. O el Chango Rodríguez... Son como duendes que siempre me acompañan en mi historia musical. Ellos y Violeta Parra, sí.
–¿Cuánto hay de juego en su voz y cuánto de catarsis? Porque de ahí salen cosas que tienen poco y nada que ver con una técnica vocal, más bien todo lo contrario: salen de las entrañas.
–Pienso que lo formal como molde está bien, pero después uno tiene que ser lo más libre posible. El juego es un canal para hacer catarsis... Me entretengo haciendo piruetas en el aire y está bueno que quien escucha se monte a esa montañita rusa para que vayamos juntos. Esto es algo que por ahí en la primera escucha no sucede porque, como mi voz es muy avasallante, te come: la rechazás, la vomitás. Intento fagocitarte en la primera escucha.
–¿Y en la segunda?
–Ahí empiezan a suceder otras cosas. Me pasa a mí cuando me escucho. La verdad es que hago las cosas para mantenerme entretenida en este plano, porque si no me vuelvo demasiado mental, empiezo a tomar conciencia de lo malo del hombre y me deprimo (risas). Volviendo a lo anterior, la verdad es que intento hacer un puente con el otro para que pueda ver quién soy. Y yo soy lo que canto.
–Qué es muchas cosas: una Janis Joplin de la pampa húmeda, por caso.
–(Risas.) Me recontra identifica Janis. Me identifican todas las cantantes que cantan visceralmente: Chavela, Nina Simone, Nacha Roldán... O Elza Soares, que es una cantante negra, brasileña, salida de las favelas, muy pobre y en cuya voz está el documento de todo lo mal que se está haciendo en la sociedad. Ella emerge de ese dolor y de esa injusticia, con esa voz. Y te canta las cuarenta, ¿eh? A mí me interesan esas voces. O que denuncien una realidad insostenible, que desnuden el corazón ante la advertencia del milagro de la vida o del milagro del amor. Ese es mi palo, es mi familia.
–¿Cómo incorpora a Raffaella Carrà en ese palo?
–Es mi infancia.
–Es hacerse cargo de ella.
–Y disfrutarlo. Como ve, físicamente no tengo ningún parecido con Rafaella Carrà (risas). Pero cuando llegó la tana acá, veía un lomazo, una rubia preciosa, y yo jamás iba a poder tener ese pelo. Quería bailar como ella, no sé. Más allá de que demostraba ser la frivolidad hollywoodense en forma italiana, algo que mis viejos se encargaron de mostrarme, nunca me importó demasiado. Lo que me gustaba era cómo ella exponía el cuerpo en un momento social en el que el cuerpo todavía estaba vedado. La mina venía con las bombachas caladas y metidas en el ojete, y eso era ¡guauuu! Yo no tenía esa información del cuerpo femenino. Además, esa vitalidad, esa inconciencia. Para colmo, después me di cuenta de que nació el mismo día que yo.
Luciana Jury nació el 18 de julio de 1974 y, pese a que canta y toca desde muy chica, grabó el primer disco a los 34 años. Fue junto al guitarrista Carlos Moscardini y se llamó Maldita Huella. Tres años después, en 2011, debutó sola con el formidable Canciones brotadas de mi raíz; luego llegaron En desmesura y El Veneno de los milagros (con Gabo Ferro), y ahora La madrugada que, entre sus alucinantes canciones, tiene a “Lola”, que no es la de los Kinks sino la del trío Ormi-Boncopagni-Escolar. “Esta canción fue un regalo para Mora, mi hija, que no va a tener hermanos porque tomé la determinación de que va a ser mi única hija. Soy hija única y sé la presión social que ello implica, porque todo el mundo se compadece cuando te ve como si te faltara un pedazo de alma... No sé, es muy difícil convivir con eso. Por eso le regalé esta canción que juega con Lola Mora, y su arte: le regalé esta música para que no se sienta sola”, cuenta la Jury.
–¿Y cuál es el sentido de la selección de “Pastelera a tus pasteles”, que es de Violeta Parra “pero no”?
–La historia amorosa de Violeta me interesa mucho, porque es el último empujoncito para pegarnos un corchazo y salir de este planeta. Digo, ahondar en esas profundidades era interesante, y me hice la cabeza, pero creo que ella hizo otra letra con esa misma melodía. Hay dos cuecas con la misma construcción melódica, pero con distintas letras. Esta tiene color anónimo, creo, y documenta eso de rendirse ante un amor que no merece tanto afecto. “Voy hacia eso, aunque me mate.” Todo eso significa “Pastelera a tus pasteles” para mí, y la canté con toda esa historia adentro.
–¿Por qué decidió abrir el disco con “Tonada del cabrestero”?
–Con esta canción me arrojo al paisaje que Simón Díaz pinta porque, al ser tan anónimo, o por lo menos con el color anónimo, uno se suelta con el paisaje que planta el autor. Quizá sea ese hombre, en este caso un cabrestero, que va puntero en la soledad. Que comienza el camino hacia ese horizonte solitario, hacia ese punto que lo espera para encontrarse con sus cabritas, para hacer contacto con la naturaleza, preguntarse por el problema de la luz y la sombra; para decir que tenemos un sol que nos ilumina, pero detrás de él hay una noche tremenda, un universo negro, y vivimos las dos cosas al mismo tiempo. La verdad es que es un tema precioso para abrir un disco porque se pregunta por el sol y la noche, por su existencia, por sus objetos... Es un camino de soledad absoluto el del puestero de cabras.
–“Me desprendes del suelo” lleva su firma. ¿En qué instancia lo compuso? Porque también está la pluma de Goyo Grasso.
–Goyo es mi compañero, el papá de Mora. En realidad, está mayormente compuesta por él, que pensó una melodía y pensó un estribillo que es el almita de la canción. Yo construí algunos versos a raíz de ese estribillo. Tuvimos una larga discusión acerca de este tema, hasta que recurrimos al juez Zuhair Jury y él dictaminó a favor mío.
–Hija de papá: poca imparcialidad.
–(Risas.) No crea, ¿eh? Para lo creativo, mi papá es sumamente objetivo. Incluso, me ha rebotado un montón de cosas que le he llevado: es tremendo. Obviamente que hay mucha transferencia, porque él me construyó artísticamente, de alguna manera. Pero los dos nos elegimos mutuamente para trabajar juntos, aunque en este disco no. Este disco lo hice más con Goyo que con mi viejo.
–Es el único tema en que metió mano. ¿Le cuesta componer?
–Me costaba muy poco cuando arranqué en plan banda de rock en 2003, con covers de Janis, Zeppelin, Spinetta y temas míos. Entonces componía con mayor libertad. Se ve que el espacio del rock, bueno, me era más fácil que la música de raíz. Igual, siento que mi música es la que más me conmueve, sea del género que sea. No voy a parar de girar hasta que me muera.
–Como un trompo hasta la muerte.
–Voy a divertirme, sí. La música es el único espacio de libertad que hay en este mundo y hay que vivirlo como cada uno quiera.
–Tiene tres discos solista y dos en yunta. ¿Cuáles son las diferencias entre “figurar” sola y acompañada en un disco?
–En principio, que siempre fue con uno más, solamente. Por lo general, fue por invitaciones y así es muy fácil trabajar. En la mayoría de los casos, trato de que haya una sola voz mandante, que por lo general es la de los dueños de las creaciones, y luego me arrojo a lo que ellos me propongan, porque los tomo como directores. Gabo fue como mi director, más allá de que yo haya puesto lo mío, y lo mismo con Carlos.
–Pero Moscardini es guitarrista y Ferro es cantor, como usted... En este caso, es como si jugaran dos 5 en un mismo equipo.
–(Risas.) Gabo plantó las canciones y yo lo perseguí en ese laberinto, armonizando para que no deje de tener mi personalidad. Con Carlos fue distinto, porque no toqué la guitarra, solo canté, y además era otro repertorio, otro tiempo. Yo recién arrancaba y Carlos fue como un maestro para mí... Siempre fui como una alumna 10, en ese sentido; pero después cuando suelto, suelto. Y ahí está la diferencia con los discos que hago sola.



PARA BOLETÍN FOLKLORE 
por Gustavo Grosso



Luciana Jury Por un camino hacia la luz

La intérprete presenta su esperado tercer disco solista La Madrugada, al que describe como paisaje sonoro de una noche de insomnio, el próximo viernes 17 de julio en el Teatro Margarita Xirgú de Buenos Aires.
Foto Alejandra López
Por Gustavo Grosso 28.06.2015
Luciana Jury presenta "La Madrugada", su tercer disco solista, donde invita a recorrer el paisaje sonoro de una noche de insomnio, un desvelo devuelto en canciones esperando la luz, el descanso, la llegada del Sol. En cada uno de los trece temas del álbum impera su distintiva impronta vocal, que logra apropiarse del centro mismo de la canción, atraviesa las texturas de su voz y se libera en música vital que, en sus propias palabras, “le salva la vida”. En “La Madrugada” conviven tanto obras anónimas de transmisión oral como temas de reconocidos compositores como Simón Díaz, Violeta Parra, Lhasa de Sela y Francisco Canaro.Además incluye una pieza propia, la maravillosa “Me desprendes del suelo”, a dúo con Edgardo Goyo Grasso.

¿Cómo es esa hora incierta del amanecer?, ¿por qué tu disco se llama La Madrugada?

Luciana Jury: -Hace años escuché por ahí que quien vivía  de noche, era alguien que no encontraba sosiego. Pues bien, tomé esa información desde un lugar casi inconsciente. Pasó el tiempo, me encontré en problemas, problemas que trae la vida cuando uno se hace adulto y me di cuenta que no los podía resolver durante el día porque durante el día mi vida se ocupaba de cosas vivas y llenas de luz, como mi maternidad, mi relación con mi hija y mi entorno afectivo.
Al tiempo reflexioné que tenía que hacer un camino de nocturnidad, de soledad, en camino hacia la luz. Entonces empecé a desvelarme durante muchas noches pensando en cómo resolver estos problemas: lloré, me llené de preguntas, recorrí el pasado para darme cuenta cómo estaba mi presente y en estas instancias una vez más entendí que era la creación la que me dibujaría el retorno a la calma.
Este disco es el resultado documental de ese viaje desvelado y en estas canciones, que ya conocía, encontré las respuestas para todos estos males que me quitaban el sueño.


Previo al folklore, te codeaste con el rock ¿qué te dejó esa etapa?

LJ: -Un despegue a toda asfixia que pueda provocar el estancarse en un solo género. El rock me sirvió para poder despojarme de ataduras de cómo se debe cantar una zamba, por ejemplo. Ya tenía la información de lo que es ser un habitante de estas tierras y de cómo se armaba el mapa sonoro y telúrico de nuestra región, pero es cierto que el rock logró en mí quitarle a cada pieza folklórica sus almidones y a la vez me dio libertad para encontrar mi propio sonido en el abordaje de cada canción.

Desde pequeña tu vida estuvo marcada por la música ¿cuáles son los sonidos de tu infancia que guardaste para siempre?

LJ: -Justamente los que aún no he podido, y no sé si quisiera algún día, despojarme. Son las canciones que grabo en cada disco: tonadas, cuecas, folklore latinoamericano, Violeta Parra, Atahualpa, el Chango Rodríguez. Ellos, entre otros, son los cimientos de mis búsquedas musicales.

¿Influyeron tu padre y Leonardo Favio en tu elección de dedicarte a la música?

LJ: -Los dos son seres muy especiales, locos, creativos y llenos de música junto con mi madre, que también es cantora, influyeron a lo largo de toda mi vida.

¿Sos cantora o cantante?

LJ: -Soy cantora pues las cantantes tienen anhelos de proyección y carrera y si bien algo de esto también tengo, reconozco que si no tuviera resonancia mi música en otras gentes yo seguiría cantando y tocando la guitarra primero para mi, cantando en intimidad, en el patio de mi casa como le he hecho toda mi vida desde muy chiquita.

¿Cómo fue trabajar con Gabo Ferro en El veneno de los milagros?

LJ: -Una experiencia maravillosa, aprendí mucho de Gabo pero sobre todo pude conocer y reconocerme en el y él en mi. Fue un espejo bellísimo y en ese trabajo musical está plasmada esta historia de amor, respeto y admiración.

¿Qué se logra construir a través de la música, del arte?

LJ: -Por lo menos desde mí, un espacio de libertad. En el resto de las cosas que están por fuera de la creación todo es atávico, denso y aburrido. El arte nos permite liberarnos de todo esto para darnos cuenta que la vida es un milagro inconcebible y que por debajo de esto nada tiene demasiado sentido.





Entrevista Luciana Jury

"Quiero descular la identidad del Conurbano"

La cantante, guitarrista y compositora lanzó La madrugada, una colección de canciones de amplio espectro unidas por su singular voz. Lo presenta en vivo esta noche.

La voz de Luciana Jury, el corpus fundamental de su creación, se entrega a una desmesura arrolladora. Acude a borbotones, se estremece, se quiebra en múltiples planos y luego –misteriosamente–  se reconstituye. También se viste de susurro, intercede en forma de quejido de tiza y pizarrón, y hasta –en algunas oportunidades– se permite jugar con conceptos de belleza más tradicionales.
La cantante, guitarrista y compositora alumbró La madrugada, un paso más allá en la construcción de una mirada singular que tiene mucho que ver con el folklore –aunque también circule por otros géneros– pero acaso todavía más con sus circunstancias. Lo presentará hoy en el Teatro Margarita Xirgu.
"No suelo trabajar los discos con un concepto previo y este no fue la excepción. Tengo una forma bastante infantil de abordar el mundo y la vida. Necesito jugar. Quiero que me pasen cosas: cruzarme con situaciones, con recuerdos, con amores, con desamores. Y el inconsciente después se encarga de encontrar las canciones que ilustran todo eso. La madrugada está marcado por un largo período de transitar ese espacio temporal. Cuando tenés hijos, el sueño te cambia. Y en este último tiempo descubrí en la madrugada un espacio/lugar para pensar, mirar fotos viejas, desarmar cajas cerradas, recordar historias de familiares que ya no están. En ese marco apareció este repertorio", revela Jury.
–¿Ese tránsito nocturno estaba marcado por la angustia?
–Muchas veces sí. Otras por la reflexión. Pero también había espacio para el disfrute. En ese tránsito encontré muchas respuestas a preguntas que me venía haciendo desde hacía mucho tiempo. Yo muchas veces me resisto a vivir como un adulto, porque básicamente es aburrido. Pero tarde o temprano ciertas cuentas pendientes llegan.
–En este último tiempo viviste la muerte de Leonardo Favio. ¿Es uno de los dolores a los que te referías?
–Sí. Era ineludible. Con Favio tenemos (NdeR: habla en presente) un emparentamiento terrible. Nos une la música y la creación. Con mi padre (el guionista y pintor Jorge Zuhair Jury) también. Son relaciones muy intensas. Lo quise mucho a Leonardo. Dejó un legado enorme y me ayudó a crecer. También me puso en un lugar de responsabilidad y compromisos a cumplir.
La charla fluye con naturalidad. Hasta que la casa de Tortuguitas donde vive la cantante es asaltada por una voraz pelea: sus cuatro perros se lanzan en una disputa con otros tantos que circulan por la calle. Afortunadamente, todo es de palabra. Una oportuna construcción urbana impide que la cosa pase a mayores. Pero el volumen y la convicción de los ladridos parecen ponerle pausa al resto del mundo. Hasta que la espuma baja y La madrugada recobra el centro de la escena.
El tercer disco solista de Jury incluye una particular variedad de géneros y estilos. Que van desde el tango "Quisiera amarte menos" (de Canaro-Amadori) al canto anónimo español "De Esquileo". En el medio aparecen la lánguida belleza de la canción "A quién" (Gabo Ferro), la chacarera "Volviendo" (Chango Rodríguez), el hondo instrumental "Me desprendes del suelo" (ella y Edgardo Goyo Grasso) y "Lola"; (popularizada por Raffaella Carrá). Pero todos esos orígenes distintos y a veces antagónicos fluyen con naturalidad bajo su voz.
–Grabaste hasta una versión de Raffaella Carrá. ¿Cómo se te ocurrió?
–Grabé "Lola" para dedicárselo a mi hija. Tiene cinco años. La misma edad que tenía yo cuando escuchaba a Raffaella. En ese momento me parecía espectacular. ¡Ese desparpajo, sus movimientos…! Quedaba hipnotizada. Con Michael Jackson me pasaba lo mismo.
–¿Te sentís cómoda si te definen como una folklorista sin protocolos?
–Mi construcción musical está enraizada en Atahualpa Yupanqui, Leda Valladares, Atilio Reynoso, Violeta Parra, Los Olimareños y tantos otros. Pero siento que mi presente estético es el conurbano. Vivo en un barrio obrero de Tortuguitas y respiro eso. Hay montones de músicas que se cruzan. Mi trabajo hoy también es empezar a descular qué identidad tenemos los conurbanenses. <



EN VIVO
Luciana Jury presenta La madrugada hoy a las 21 en el Teatro Margarita Xirgu/Espacio Untref, Chacabuco 875. Desde $ 100.



sobre el Veneno de  los milagros


Tiempo Argentino




SÁBADO, 8 DE NOVIEMBRE DE 2014
MUSICA › GABO FERRO Y LUCIANA JURY PRESENTARAN VENENO DE LOS MILAGROS ESTA NOCHE EN EL ND TEATRO
“Este disco es una celebración de lo analógico”

El encuentro entre ambos cantantes generó un álbum sumamente expresivo, a dos voces y a dos guitarras, con once composiciones de Ferro que nacieron pensando en la voz de Jury. “Queríamos ver si estábamos felices tocando juntos, haciendo canciones juntos”, explican.
 Por Cristian Vitale
Circula un mate bien caliente en la casa de Celia, la anfitriona. Gabo Ferro y Luciana Jury, hoy dúo, tienen que explicar la génesis del encuentro que determinó un disco estupendo (El veneno de los milagros) y una esperada presentación hoy las 21 en el ND Teatro (Paraguay 918). “Pasaron muchos contactos virtuales frustrados”, inicia él, sobre ciertas aproximaciones indirectas, típicas del nuevo mundo, que no funcionaron. O al menos no con la fuerza del empírico. Del que vale. “Fue en los pasillos del Rex, en un show de Lisandro Aristimuño, y para mí fue el punto cero. Vino un amigo y me dijo ‘¿No conocés a Gabo? ¡¿No lo conocés?!... Bueno, cuando se conozcan van a explotar’. Me lo marcó, nos vimos y pegamos onda enseguida”, evoca ella sobre el comienzo de una química que fluyó como el agua de deshielo entre las montañas. “La primera vez que escuché su voz, me dejó petrificado. Salí urgente a buscar su disco y me pasó una cuestión física: había no sólo emoción, sino conmoción. ¿Qué me conmocionaba? Algo que no podía poner en palabras... Sentía que en el origen de mi manera de decir, de cantar, de escribir, estaba ella. Fue como encontrar a un familiar que nunca había conocido”, se enciende Gabo.
El recuerdo es de corto plazo: 2012. Gabo ya tenía ciertas pistas tras haber escuchado el primer disco solista de la cantante (Canciones brotadas de mi raíz) y ella entró en frecuencia a través de La aguja tras la máscara, anteúltimo disco del trovador de Mataderos. Dice que sus letras, su música y su voz la “partieron al medio”. “Me encontraba totalmente en su forma de decir. Encontré en él esa palabra que yo no podía escribir... Me impactó la completitud de su arte. ¿Nos habrán pasado las mismas cosas?”, se ríe la Jury, en una especie de devolución de gentilezas que, para el caso, no resulta exagerada. El veneno de los milagros es, en efecto, un disco sumamente expresivo. Un disco que no requiere de artificios, pirotecnia o espejitos musicales para conmover. Que, a través de once austeras e intensas canciones concebidas por Gabo, está destinado a convertirse en uno de los trabajos clave del año. “Sentía que se conformaba algo milagroso, y lo del veneno era como esa cosa dual que tiene el veneno con ese residuo supuestamente tóxico que tiene el milagro. Uno piensa en la antigüedad, cuando sabiendo que los envenenarían, los reyes empezaban a inocularse veneno desde chicos para hacerse inmunes. Y estas canciones son como inocularse pequeñas dosis de veneno para tener defensas cuando te toca en la vida real. Creo que el repertorio tiene que ver con eso de asumir cosas muy fuertes y opera como una defensa para lo que te va a pasar en el mundo real. El veneno de los milagros tiene que ver con eso”, enmarca Gabo.
La química, dicho está, transcurrió vertiginosa. En poco más de un año, Gabo extirpó de sus entrañas un puñado de canciones que entraron en las de Jury y provocó piezas minimales pero ardientes. Impetuosas. “El extrañante”, por caso, una de las que elige Jury para entrarle al disco. “Me parece fortísima, porque me toca en mi historia personal, con el fantasma del extrañar. Soy una persona muy nostálgica, desde muy chica, y tengo un padre (el director de cine Zuhair Jury) problemáticamente nostálgico... Es un agua que conozco y en el espejo que me muestra Gabo en la letra me reconozco absolutamente. Cuando me encontré con la canción me pasó algo como, bueno, lo que le pasa a la gente que va a esas iglesias evangelistas y se desmaya cuando el pastor la toca (risas)... Fue algo exorcizante.” La otra es “En el fondo del mal”, totalmente despojada de deslices intelectuales. “Como soy una mina a la que no le gusta pensar mucho, sino entregarse a otros elementos para poder sentir, esa canción me puede”, agrega la Jury.
–Es nietzscheana.
Gabo Ferro: –Posmoderna no es, posestructuralista tampoco. De post no tiene nada (risas).
–Peronista sí...
Luciana Jury: –Eso seguro. Aunque quisiera sacármelo, no puedo (risas).
–Bueno, al cabo fue Nietzsche el que dijo que la vida sin música sería un error.
G. F.: –Sí, claro.
L. J.: –Es que no creo que haya alguien a quien no le guste la música.
G. F.: –Pero hay niveles. Hay quien escucha mientras come, o quien mientras, no sé qué... Pero entiendo lo de Nietzsche, que estimuló a Wagner desde ese lugar vital, tan visceral, ¿no?
Para entrarle al disco vía Gabo hay que reparar en las únicas dos canciones que no cantan juntos: la voladita “Entre el rayo y el trueno” y “Tanto sí para dejarte”, colocada en la impresionante voz de Jury. “Si algo bueno tiene este disco hay que adjudicárselo al deseo puesto en movimiento, y yo quería escuchar a una mujer que tuvo todo lo que quiso de un hombre, y cuando el hombre se le acomodó, ella le dijo ‘no, ya está, fuera, dejá todo y andate’. Se lo expliqué a Luciana, en un estudio al borde de la cordillera y el lago Argentino, le dije ‘cantá la canción y lo ves irse’. Y no hubo toma dos: quedamos descompuestos después del tema. Era mirar esa ventana y ver cómo Luciana despedía a este tipo”, explica el juglar, también historiador.
–¿Y “Entre el rayo y el trueno”, el que canta usted?
–Es un abrazo que quería darle a ella. Lo hice en una tarde muy lluviosa, y en un momento me imaginaba qué vería ella por la ventana y qué pasaría si yo pudiera verla a través de esos prismas y abrazarla con el color y después caer y desaparecer. La canción es el tránsito de esa gota desde que golpea en el cristal hasta que cae en el suelo y se desvanece para siempre.
–¿En cuánto incidió la impronta generacional para que ocurra la química?
G. F.: –Sí, porque hay algo que trasciende a si vimos a Perón vivo o no (risas).
–Bueno, usted no vio vivo a Rosas, pero escribió un ensayo sobre él y su época.
G. F.: –(Risas.) Claro. Pero hablo de cosas que te identifican. Me pasa algo muy parecido con la gente de la primera generación del rock argentino, los que hicieron parte fundamental de sus canciones entre el ’67 y el ’75, y los dos tenemos empatía con ellos. Nos pasa con Miguel Cantilo, con Litto Nebbia, con Spinetta... Hay algo más allá de la admiración, es como una cosa de reconocerse en algo. Soy un poco mayor que ella, pero hay algo que supera eso.
L. J.: –De lo que sí estoy segura es de que no iba a pasar mucho más tiempo sin que nos conociéramos, porque las energías están como marcadas y a mí me completa estar al lado de un tipo que no para. Trabaja en forma rápida y muy eficaz, es rarísimo. Al toque se encontró con un paisaje, con una necesidad de hacer canciones y yo, cuando me quise acordar, me encontré con once temas listos para hacer un disco.
–¿Las canciones nacieron todas pensando en el dúo, y en el momento, o algunas provienen de otro tiempo?
G. F.: –Nacieron pensando en ella, diría. Cuando la conocí, garabateé un par de cosas que luego se transformaron en canciones. Recuerdo que se las pasaba, mientras ella le daba la teta a la nena (risas). Y lo primero que apareció fue el título. La verdad es que Lu y yo tenemos voces muy particulares, que no se encuentran fácilmente con otra voz, y cuando se encontraron dijimos “chau, funciona”.
L. J.: –Lo orgánico se puso a funcionar al toque.
G. F.: –Las voces y los cuerpos también, porque los dos somos muy físicos para cantar. No es que cantamos agarrados al pie de un micrófono y tocando la guitarra. Los dos cantamos con todo lo que tenemos. Y quisiera agregar que el disco no era el objetivo final ni lo es: lo que quería era ver si estábamos felices tocando juntos, haciendo canciones juntos. Había algo más importante que el disco, que era mi admiración por ella. Digo esto porque a veces uno se pone un norte que resulta costoso... pero éste no fue éste el caso.
–Da la sensación de que el título organiza al disco, le pone una estructura.
L. J.: –Yo, que trabajo al revés, aseguro que sí. Es cierto que soy intelectualmente muy vaga, y dejo que la intuición haga lo suyo, hasta que junto varias canciones y sale un título al final. Pero cuando el título es lo primero es porque tenés una historia para contar. Es bárbaro.
G. F.: –En mi caso, me manejo con la intuición y también con lo intelectual. Libero a la bestia, al lobo, a la pulsión.
–Lo primero que se nota en el disco, conceptualmente, es esa fortaleza profunda en la expresividad.
G. F.: –Esa fue la idea. Me gustó lo de los cuatro elementos: dos voces y dos guitarras... Ese era el concepto de audio, el concepto de producción puesto al servicio de algo que hace tiempo quiero escuchar, que es un disco de cantantes. ¿Para qué un teclado, para qué un saxo, si tenemos estas voces? Digamos que este disco es una celebración de lo analógico y, en otro sentido, del cruce entre los géneros, porque pude ponerme en la voz de una mujer y viceversa, con ese súper extra mega bonus: en la voz de Luciana. Que ella se haga cargo de lo que cultural o técnicamente se haría cargo una voz masculina, y yo hacer las cosas que haría una voz femenina, es algo maravilloso.
L. J.: –Y a mí, que tengo un tipo adentro que está por explotar todo el tiempo, me encantó la idea (risas). Sí, tengo un costado masculino muy intenso.
G. F.: –Es que lo dos venimos de una cosa degenerada que tiene que ver con la potencia más allá de los géneros. Hay momentos en el disco en lo que no se sabe quién está cantando, qué está pasando... Además, los arreglos de viola más complejos los hace Luciana. ¡Es como el violero de una banda de rock! Es como jugar a estar dentro de una historia ciento por ciento femenina y entrar en el ojo de ella.
–En el ojo del huracán.
G. F.: –Femenino, sí. De un huracán con concha, que no es lo mismo que un huracán (risas).
L. J.: –Yo lloré como una niña chiquitita cuando me mostró las canciones. Como una nena que recibió un abrazo después de muchos años.







Notas de ""En desmesura"



Clarín   enero /2014








Sobre canciones brotadas de mi raíz

 







12.11.2011 | 14.05



 
En el Teatro Sha (Sarmiento 2255)

“Dejé que se condensara lo aprendido, lo vivido”

La cantante Luciana Jury presenta su primer disco solista, a las 22.
El primer disco solista de Luciana Jury es revelador fundamentalmente para ella. Luego de tres años de preparación y selección del repertorio, una vez terminado son muchos los que señalan que la pasión y el amor son temas recurrentes. Sin embargo, ella explica que no fue su intención tematizarlo sino que permitió que las canciones se aparecieran, se condensara lo aprendido y saliera lo más representativo del “archivo interno de canciones”. La conexión sanguínea con la música que en ella es natural era lo que faltaba en la escena y la consagró como la esperanza del canto popular.

Ante las críticas que agradece y le resultan estimulantes prefiere mantenerse alerta porque teme “mal acostumbrarse y quedarse regocijada mucho tiempo. Sé que uno siempre está en constante búsqueda y aprendizaje”. Canciones brotadas de mi raíz propone un recorrido, sin nostalgia, en tiempo presente por tierras cuyanas, chilenas, bolivianas, del norte argentino pero también composiciones suburbanas.

–En el disco cruzás composiciones de autores reconocidos, anónimos y algunas propias ¿te dio pudor presentar tus propios temas en ese contexto?
–Las composiciones mías o letras escritas me llevaron un tiempo largo de masticación y vueltas de rosca para poder darles un lugar en el disco. Luego de un proceso de trabajo largo me convencí de que tenían un valor para mí y que podían homogeneizarse bien con el resto de las obras de las cuales siento un profundo respeto sobre todo las anónimas.

–¿Qué caracteriza el canto popular que se hace presente en tu trabajo?
–El canto popular es el verdadero del hombre en circunstancia de alegría o pena. El que sale desde el origen de su misma esencia, es el canto que debe representar a los pueblos, porque en definitiva todos somos uno en una misma inquietud, el misterio de la vida que nos acontece, nos trasunta  y nos angustia por no poderlo atrapar. Para mí todo comienza desde ese espacio, desde ese vacío.

–Dentro de tus influencias mencionás personalidades del canto popular pero también del rock ¿de qué forma se hace presente en tu música esta referencia?
–Por Edgardo Grasso, mi compañero de vida, guitarrista y compositor de cepa rockera que me hizo descubrir algunos monstruos como Spinetta, Manal, Janis Joplin, Zeppelin, entre otros. Tomé de ellos la libertad en plenitud que aborda el rock  para desencorsetarse ataduras sociales y fue vital para mí pasar por esta instancia para luego retomar el canto de raíz y hacerlo propio.
Si bien Luciana proviene de una familia de artistas y gran parte del material que plasma en este disco viene de su niñez y adolescencia, la cantante no llegó como se suele suponer por ese camino, sino que “intuí que la música era lo que más me gustaba en la vida una vez que participé en un concurso como cantante de una banda de rock hace como 9 o 10 años atrás. Por primera vez estaba lejos de mi casa en un escenario tipo teatrito. Me sentí  plena ese contexto y sobre todo acompañada con mi canto. Fui feliz con la experiencia además no es un detalle manifestarlo, esa misma noche conocí  al  que hoy es mi compañero y  padre de mi hija. Un recital muy loco y conmovedor el de Brandsen”. Así se mueve Luciana de revelación en revelación.

Disco
Canciones brotadas de mi raíz reúne 14 canciones cuyanas, chilenas, bolivianas con otras suburbanas.






Escenarios   11/11/11

 

Luciana Jury: “Nadie mira para atrás”

Con “Canciones brotadas de mi raíz”, la cantante ha confirmado la revelación que significó para el folclore y se propone bucear aún más en el pasado del cancionero tradicional argentino.

POR Diego Manso

 

Yo nunca me fui de mi lugar de infancia, entonces convivo con el paisaje de mis recuerdos”, dice Luciana Jury, cantante, vecina de Tortuguitas, 40 kilómetros al Norte de Buenos Aires, una voz que la música argentina esperó durante muchos años y que ahora, materializada en dos discos extraordinarios (el primero, Maldita huella , junto al guitarrista Carlos Moscardini y el más reciente Canciones brotadas de mi raíz ), quizás acabe convirtiéndose en punta de lanza del porvenir. Si no es así, debería serlo al menos para quienes necesiten consolarse de tanto griterío festivalero o romanticismo palurdo que las discográficas y radios FM han vendido bajo el rótulo de folclore durante las últimas dos décadas.
Porque Canciones..., el trabajo que presenta este fin de semana en el teatro SHA, parece bucear bien hondo y animarse a un repertorio que por poco transitado parece original. Es cierto, “Canción de lejos” (Armando Tejada Gómez y César Isella) fue una inmensa creación en la voz de Mercedes Sosa y “Yo no sé qué me han hecho tus ojos” un hito en Ada Falcón o entre las poquísimas grabaciones de Gardel con la orquesta de Francisco Canaro, pero en la tesitura de Luciana adquieren un brillo original, como si refrendaran la idea de que la apropiación de un material trajinado por los años es la única forma de ser moderno en un mundo que cambia a cada rato de parecer e inventa tendencias para un mercado que incluso se ha apropiado del marbete indie .
Luciana Jury, que nació en la década del 70 y tuvo su paso por el rock –en fin, una contingencia generacional que, por suerte, no pasó a mayores–, es hija del escritor y cineasta Zuhair Jury (su última película es El piano mudo , sobre el pianista tucumano Miguel Angel Estrella) y, por ende, sobrina de ese genio cimarrón que se llama Leonardo Favio. No supone esta genealogía un dato menor: para Luciana hablar de su padre es, en algún sentido, hablar de sí misma. En la figura de ese hombre ella parece encontrar buena parte de las razones que hoy la impulsan a ser quien es. En ese hombre y en el paisaje de su infancia, al que no añora porque jamás lo abandonó, pero al que evoca con una memoria que pareciera provista por la distancia... “Ser hija de un tipo muy especial te convierte en una hija muy especial”, dice.
¿Qué hacían juntos cuando eras chica?
Jugábamos a un juego que se llamaba “El lento Rodríguez, el de la sonrisa eterna”. Nosotros teníamos un gran parque en casa, entonces el tipo decía que era ‘El lento Rodríguez’ y caminaba lento, muy lento.
“Camino muy lento, pero algún día voy a llegar” , decía y sonreía. Yo me ponía como loca, muy nerviosa, porque sabía que por más que corriera en algún momento me iba a alcanzar. Corría, corría, corría alrededor de él hasta que, por fin, caía rendida a sus pies: el tipo me había ganado… ¿Cantaban?
Con él tocábamos mucho la guitarra. Con mi mamá también, porque ella canta muy lindo. Cantaban en reuniones los dos, competían un poco, a mi papá le daba bronca que mi mamá cantara...
¿Qué cantaban?
Mi repertorio actual. Casi todo mi repertorio actual. Este disco lo trabajé con mi viejo. Primero elegíamos las canciones, luego las arreglaba con mi guitarrista y después se las mostraba él, que me acotaba alguna cosa dramática, de estiramiento de notas… Mi viejo tiene un criterio estético que encaja muy bien con mi voz.
¿Por qué no grabaron juntos?
Yo tenía ganas, pero él es muy tímido, se pone muy nervioso en los estudios de grabación… Siento que tengo que hacer muchas cosas con él todavía: elegir otras canciones y trabajar la parte de composición, porque me gusta mucho como escribe.
¿Qué edad tiene tu viejo?
No sé muy bien cuántos años tiene, no hablamos de la edad nosotros.
¿Por qué?
No sé, simplemente no se habla. Somos como los gitanos, ¿viste que los gitanos no saben la edad que tienen?
¿Nunca intentaste zafar del influjo de tu viejo?
Lo que pasa es que no lo siento como una presión, no es algo que se me pone encima, como una capa, y siento que debo quitarme. Elijo hacer cosas con este hombre porque me gusta como labura.

Me da la sensación de que durante tu infancia tu viejo te inventó una realidad paralela, ¿es así?
Por supuesto. Pero no fue la mía una familia de marcianos, no es tan así, ¿eh?
No te digo eso.
Me lo estoy diciendo a mí misma. Mi familia tiene una particularidad, como deben tener una todas las familias... No tengo ningún conflicto entre la realidad de la calle y la de mi viejo, a pesar de que todo era distinto en mi casa.
¿Cómo es eso?
No teníamos mesa para comer, por ejemplo. Teníamos una mesita chiquita en la cocina y, por lo general, mi viejo comía solo y mi mamá y yo juntas. Todo era distinto a lo de los demás, que se reunían alrededor de la mesa a la hora de la cena. Será por eso que me elegí un marido que no tiene nada que ver con mi viejo, por ejemplo. Somos tan distintos con mi marido que siento que lo nuestro es para toda la vida. Y eso me hace muy feliz.
¿Qué sería distinto de tu padre?
Distinto en todo. Le gusta la música, pero el tipo labura, tiene su camionetita y hace viajes… Es un pibe de barrio, de una familia laburante… Nada que ver con mi viejo, que tiene su burbuja importante y ahora más que nunca: eligió vivir en un mundo a su forma, hizo la vida que quiso.
¿Qué te pasaba de niña cuando cantabas?
Era natural, medio como los gitanos que trabajan, van a la escuela y de pronto cantan, pero como una cosa más… Cuando era chica lo único que me gustaba era Raffaella Carrá. Quería tener el pelo como ella, lacio y amarillo, todo lo contrario a mi realidad. Me gustaba por esa fuerza que tenía: Raffaella era osada y aparecía muy en pelotas. Me subyugaba esa mujer tan bonita, con ese cuerpo ¡y mostrándolo tanto! Era mí ídola. Para mí caía sobre ella todo el polvo de estrellas del universo.
En esa época todos queríamos ser como Raffaella... Vos, en cambio, ¿no sentías que ibas a ser cantante?
No, para nada. Después vino toda la parte del secundario, que viví como en un mambo extraño: era muy inocente, estaba de novia… Siempre cantaba en mi casa o estudiaba guitarra, pero no sabía qué hacer de mi vida... Era la época de la música internacional, los lentos, Top gun , ese tipo de cosas muy superficiales. ¡Me encantaban los lentos! Por eso no sé qué concepto pueden tener del folclore los pibes que no contaban en su casa con un viejo que les cantara coplas o vidalas.
Es que para tu geneneración no surgió ningún artista folclórico de trascendencia y el resto estaba muy silenciado popularmente. Soledad Pastorutti recién apareció en los 90...
Y reventó…
Pero es una desgracia que para muchos pibes el folclore sea eso.
En ese sentido siempre trato de sacar algo positivo: por lo menos ahí se dijo “Atahualpa”, se nombró al indio, se hablaron de cosas importantes... Porque está re buena la chacarera esa, “A don Ata”.
¿Te parece?
Por lo menos le queda como una sonoridad a los pibes, ¿no? Lo único que digo es que hay que construir aquello que no se hizo en los años anteriores. No sé si yo sirvo para eso, pero es donde más me siento conmigo misma.
Contame, entonces, qué pasó cuando terminaste el secundario y no sabías qué hacer.
Un pariente no quería que fuese artista, quería salvarme. Me dijo: “si vos estudiás farmacia, yo te compro una y no tenés problemas nunca más”… Y ahí nomás me fui a hacer el ciclo básico de farmacia…
¿Tan fuerte era la opinión de ese pariente?
Duré un mes. Tenía física, química, esas materias. No entendía nada… Ese mismo pariente tenía mucha plata y cuando yo iba a su casa de visita, me decía: “tengo este reloj y tengo este”. Uno era un rólex y el otro uno de cuarzo. “El de cuarzo es de Cristo, el de oro es del Diablo, ¿cuál querés?” Y yo, con lágrimas en los ojos, elegía el de cuarzo, porque no quería que me cayese una maldición… Entonces… ¿qué te decía? Ah, sí, que un mes duré en el ciclo básico de farmacia, después empecé con psicología…
¿Cuál era el riesgo artístico que este pariente habrá visto en vos?
No sé, algo habrá visto en las reuniones, cuando cantaba para la familia. Me daba mucha vergüenza, porque tengo terror, cuando estoy cantando, de que alguien esté mirando para otro lado. Cuando canto necesito que el otro me escuche.
Imaginate si ahora fueses farmacéutica...
Se les transforma la cara a los farmacéuticos con los años, tienen un chip distinto al nuestro. Terminan convertidos en hombres frascos. La última agarrada que tuve fue con una farmacéutica... Así que iba rebotando de carrera en carrera: trabajo social, psicología, me frustré. Y me dice mi vieja, que es locutora y estaba trabajando en una radio de Tortuguitas, “venite a la radio, trabajás conmigo y después ves qué es lo que querés elegir”. Así me metí en el ISER, hice la carrera de locución y la terminé.
¿Y te gusta?
Sí, me gusta. Bah, la carrera es una pelotudez… A la locución después la apliqué en el canto. De tanto hablar de la boca, de la respiración, de los matices, de las formas… De eso aprendí mucho y pienso que en mi canto está puesto eso, en la forma de decir más que de cantar.
¿Tu papá te animaba para que cantaras?
Mi papá quería que fuese guitarrista. Guitarrista grossa .
¿Cuándo empezás a enganchar con la idea de cantar profesionalmente?
Después de estudiar guitarra hago un par de años en algunos conservatorios. Primero hice un taller de canto en el Rojas, con Daniel Di Pace, después técnica vocal con otras profesoras... No me gustaba como cantaban, pero tenían una técnica muy buena. Tenía que ser muy cuidadosa porque sentía una gran inseguridad conmigo y mi canto. Tengo como un costado disciplinado que me hace correr el riesgo de creer que eso es toda la verdad.
Así te hubieses podido convertir en una cantante súper técnica...
Claro, para el canto popular eso no existe. Hay que tener cuidado con el zarparse, con el engolosinarse con las sonoridades, con los rebotes… ¿Tenías miedo de convertirte en eso?
Tenía miedo de mostrarles mi verdadera manera de cantar y que me sacaran cagando… Hay lugares donde yo apoyo la garganta que técnicamente no son correctos… Ya no estoy cantando con la técnica sino con el alma, eso que los profesores de canto no comprenden... Entonces hay cosas que en clase tenés que escuchar y otras que no. Equilibrar que le dicen...
Los profesores de canto le han hecho mucho daño al canto popular.
Seguramente. Los profesores de canto hacen mucho daño. Punto. Bueno, eso es lo que a mí me parece y tiendo a creer que es “la verdad”.
La verdad de uno es “la verdad”, después los demás que digan la suya.
A mí me gustaba mucho Janis Joplin y los profesores de canto te hablaban pestes, que ella hacía todo eso que no había que hacer. Pero si yo no la hubiese escuchado a ella, tampoco hubiese cantado como canto. Tuve una banda de rock en el año 2005 y me sirvió mucho para volver a tomar la música popular.
¿Por qué?
Porque las formas del folclore son muy rígidas, rigurosas, y yo estaba muy aprisionada en ellas. Me sirvió pasarme un par de años cantando covers de Led Zeppelin, de Janis Joplin, haciendo temas de Spinetta. La pasé muy bien y me pude soltar, me pude poner encima esa Raffaella vigorosa que necesitaba salir de mí.
¿Y cuándo empezás profesionalmente con el folclore?
Cuando corto con la banda de rock. Yo ya había conocido a Carlos Delgado, que es el flaco que me acompaña en este disco, a través de mi pareja. El es músico de la banda de mi marido, Cenizas del alba. Un día hicimos un viaje al Norte y estaba Carlos y ahí, boludeando en las carpas, nos pusimos a tocar. Nos hicimos amigos y cuando volvimos a Buenos Aires grabamos un disco casero con composiciones del Cuchi Leguizamón, de Jaime Dávalos, de Raúl Carnota. Nos volvimos al Norte, vendimos el disco y lo tocamos en las plazas. La pasamos bomba. Pero la primera vez que me sentí cantora fue con el rock , en un concurso en Brandsen, donde toqué en un escenario que se parecía a un teatro. Me gustaba la altura, la tarima, la madera, la cortina. ¡Mirá qué vanidosa, era el escenario nomás lo que necesitaba!
Pero en el viaje al Norte descubrís que lo tuyo es el folclore...
Es la música que me tomo más en serio, con la que no se jode. Ahí tengo que ponerme seriamente a trabajar para encontrarme en estos lugares míos tan internos. El folclore o la música de raíz es la que más me conmueve. Me pasa por lugares muy míos, muy profundos, muy esenciales.
¿Y además de Janis Joplin qué cantantes te marcaron?
Violeta Parra... Lo poco que he escuchado de Nacha Roldán; para mí es la cantora, ¿viste? No hay mucho material de ella dando vueltas, pero la mina tiene, además de una afinación perfecta, unos matices, un color, una feminidad, una mansedumbre… Para mí es muy grossa Nacha… Chavela Vargas, Tita Merello y últimamente Lhasa de Sela, Concha Buika, Martirio… En mi casa escuchábamos más folclore latinoamericano, y de la Argentina más lo cuyano, porque mis viejos son de allá. Hay un montón de músicas y de intérpretes y de movimientos que me perdí, que me debo haber perdido. Las canciones que canto son aquellas que hubiese elegido de todas formas, aun sin saber que eran folclore y que pertenecían a una época determinada.
Carlos Moscardini es uno de los grandes guitarristas de este país y vos grabaste tu primer disco con él, “Maldita huella”, ¿cómo fue ese encuentro? Lo conocí a Carlos en una peña, se acercó a mí y estaba muy conmovido. A los nueve meses me llamó para hacer una participación en el disco que él estaba preparando, para cantar una chacarera... Al final terminamos haciendo todo el disco juntos. Ahí él empezó a extraer de su arconcito las canciones que tenía guardadas hacía tiempo, para que las cantara yo. Me dijo que nadie que no fuese yo hubiese podido cantarlas...
Después de tu segundo disco, ¿cómo querés seguir? Me gustaría armar algo con canciones anónimas que mi viejo conoce, que recopiló de alguna manera, que le llegaron a su oído y no se olvidó nunca más. Tengo que investigarlo a él. Me tiene que ir transmitiendo. Me gustaría buscar hacia atrás, ir bien atrás. Nadie mira para atrás, ¿viste?, todo necesita ser moderno, nuevo... La gente no sabe qué es un estilo, qué es una tonada canción, qué es un triunfo, qué es un yaraví. Yo tampoco me quiero poner en catedrática, porque no soy nada. Pero si puedo ayudar para que esas músicas tan viejas lleguen al oído de un flaco al que le cayó la ficha porque le gustó la tapa del disco, yo me doy por satisfecha.
¿Cuál sentís que es tu público?
Mucha gente grande, mucho gay…
¿Sí?
Sí, sí. Es que yo me siento que no tengo identidad sexual.
¿Cómo que no tenés identidad sexual?
Es que si me enamoro no me importa quién sea.
Qué suerte que tenés.
Entonces el público gay debe entender un emparentamiento. Debe haber algo en la cosa dramática... Yo sé que tengo mucha lastimadura en la voz, pero no soy así en la vida.
¿Qué es para vos cantar, entonces?
Nunca me pongo a pensar en eso, no sé como lo hago. Ser cantora es maravilloso, pero no es más maravilloso que el que escribe, que el que hace una obra en cerámica... Es un fluir. En el canto el cuerpo es toda la voz. Hay notas que si vos hacés de determinada manera, con un trabajo de percepción importante previo, sentís que te vibra la planta del pie. Hay que darle bola al cuerpo. Al principio era bastante autodidacta, por eso a mí me vino muy bien estudiar y después dar clases: dando clases aprendí bocha. Más que en el canto creo en la gran pregunta, en la no respuesta, en el misterio. La vida es maravillosa, tremendamente injusta y horrible, pero hay que construir porque, después de todo, nos vamos a morir.
¿Y qué dijo el pariente que quería que fueses farmacéutica?
Está contento, muy contento. Le gusta mucho lo que hago. Eso sí, la próxima vez que me ofrezca un reloj voy a agarrar el rólex, aunque sea del Diablo.







Domingo 6 de noviembre de 2011

“En la voz aflora la profundidad del alma”

Canciones brotadas de mi raíz es el álbum debut de la cantante y guitarrista Luciana Jury, una de las revelaciones del año. Lo presentará este sábado en el Teatro Sha.
Todos y cada uno somos cada uno y sus circunstancias. Cada uno y su sangre. Resulta imposible pasar por alto que Luciana Jury es hija del guionista y director de cine Jorge Zuhair Jury y sobrina de Leonardo Favio. Acaso sea injusto. Pero lo más determinante de la Jury es que ella, sus circunstancias y su sangre permiten asomarse a una voz que conmueve a pura hondura. Canciones brotadas de mi raíz (2011), su primer disco, sorprendió a propios y ajenos por un tono que articula formación técnica, instinto, belleza y una madurez llamativa. Luciana Jury presentará nuevamente su trabajo debut este sábado 12 a las 22, en el Teatro Sha (Sarmiento 2255).
. Canciones brotadas de mi raíz no es sólo la performance de la Jury. Para que ésta se desarrolle, brille y crezca tiene que haber un repertorio y un criterio para abordarlo. El disco reúne composiciones de Violeta Parra –la cueca “La Mariposa”–, César Isella y Tejada Gómez –“Canción de lejos”–, Carlos Guastavino y Eduardo Falú –“Una pena nuevamente”– y una versión demoledora del vals de Francisco Canaro “Yo no sé qué me han hecho tus ojos”, entre otras. También le da lugar a la chacarera “Cuando el amor se aproxima” –en la que la cantante aportó la música– y el gato “De a poquito quiero amarte”, donde escribió la letra. El criterio que une las 14 composiciones del disco es el de una sencillez bien entendida, que funciona casi como un puente para que la voz de Jury llegue hasta donde tienen que llegar y más. El disco se sostiene en su voz y guitarra, a la que se le suman ocasionalmente guitarras, acordeones, voces y/o percusiones invitadas.
Este trabajo es su primer disco solista y al mismo tiempo el resultado de un elaborado proceso de maduración interna. “Hace tres años, después de haber trabajado en distintos proyectos en conjunto con otros músicos, decidí que tenía que hacer un disco totalmente mío, con las canciones que acuñé en mi pasado. A lo largo de todo ese tiempo fui poniendo el cerebro y el corazón para recordar las músicas que me acompañaron en mi infancia. La selección final la hice con mi padre y mi madre. Son canciones que de alguna manera –por la letra o la melodía– me impactaron en el alma. Fue un proceso que me llevó tres años y se desarrolló muy naturalmente”, explica la cantante.
–¿Por qué la marcó tanto este disco?
–Porque si bien estuvo involucrada un montón de gente querida y talentosa que me ayudó muchísimo, le puse todo lo que tenía y siento que es un disco que me representa totalmente. Soy la responsable de la idea de concebirlo, el título, el repertorio, la guitarra, la voz y hasta la tapa, que pinté yo y a la que mi padre le dio los últimos retoques. Se trata decididamente de mi primer hijo creativo.
–Su voz suena mucho más profunda y añeja que su edad...
–Me lo han dicho. Pienso que cuando un intérprete o una cantora encuentra una sonoridad y la reconoce como propia, en esa voz aflora la profundidad del alma. Es una necesidad ancestral de pegar un grito o desplegar un canto. Hay casi una imposición interna por develar lo que nunca podremos: el misterio de la vida. En esa sonoridad también habita lo mas puro y genuino de la condición humana que es la de amar y ser amado. Quizá todo esto, en ocasiones, no tenga similitud con la edad que una acusa.
–¿Cómo trabajó la voz para cada tema?
–Apelo a lo que me dicta el corazón. En este disco canto y toco la guitarra. Entonces creo que también lo estrictamente musical hace que la voz negocie la emoción a desplegar. Luego hago profundas escuchas de lo hecho y si lo que grabé me toca la piel, tal que si fuera otra persona, entonces se imprime, como dicen en cine.
–¿Cómo impacta en usted como artista ser la hija de Jorge Zuhair Jury y la sobrina de Leonardo Favio?
–Es una casualidad que haya nacido en un seno familiar de gente con tanto reconocimiento y talento. Agradezco al destino por eso y sin duda he aprendido mucho, sobre todo con mi padre en largas charlas que aún hoy mantengo. Pero cuando uno es muy joven y quiere “ser” los apellidos pueden pesar. Luego de darle muchas vueltas al asunto, al yo creador, siento que nací con mis propios laberintos y cuando canto estoy yo sola.
–En su familia la política y el arte parecen ir de la mano. ¿Se siente identificada con esa perspectiva?
–Sí. Pienso que nos han jodido tanto la cabeza… Nos hicieron creer que la política no sirve, sobre todo a los de mi generación, los que nos hicimos adultos en los noventa. Creo definitivamente que el artista (y el que no lo es también) tiene la obligación de pensar en qué país y en qué mundo quiere vivir. Y también considero que desde el lugar que a cada uno le toca debe pensar, debatir y accionar. Yo estoy muy feliz de vivir este tiempo político porque, entre otras tantas cosas, me devolvió la esperanza de creer que son las ideas la única herramienta para pensarnos y proyectar un país y mundo mejor.





Escenarios
Música
19/08/11 - 17:20

Valentía en la voz

La cantante e intérprete Luciana Jury presenta este sábado Canciones brotadas desde mi raíz, su primer CD solista, fruto de tres años de trabajo. Lo hará en No Avestruz, a las 21.

POR ROMAN GARCIA AZCARATE 

Se ha publicado hasta el hartazgo que tantos pazguatos cantan con el alma que, ¿qué queda ahora para decir de Luciana Jury? Mucho de bueno, sin embargo. Y todo puede comprobarse en la placa que anticipó inicialmente en el Teatro del Viejo Mercado días atrás. Allí, sobre el escenario de la presentación, la entrevistamos y también allí pudimos verla cantar algunos de sus temas.
Luciana va ahora por la presentación oficial en No Avestruz de Canciones brotadas desde mi raíz, donde interpreta obras de autor, anónimas y algunas composiciones propias. Catorce canciones entregadas con creatividad inusual, un decir sensible, profundo e intenso, rico, conmovedor. Recrea en ellas con placer y valentía a voz en cuello trabajos de Violeta Parra, César Isella y Tejada Gómez, Guastavino, Eduardo Falú y Jaime Dávalos, a las que suma su impresionante versión del vals de Francisco Canaro Yo no sé qué me han hecho tus ojos (como se ve en el video).
La voz de Luciana Jury sorprende de entrada al escucharla por primera vez como algo muy distinto y poderoso a fuerza de un origen íntimo —esto siempre—, moldeado libremente en ondas personalísimas, trabajado con un talento fuera de cuestión para partir al aire con una carga de riqueza que entusiasma y halaga a los sentidos. Como un vino de cuerpo que embriaga al pecho. Como un arco sabio que, cada vez que cuadra, raspa con destreza las cuerdas de un cello bien templado, y en su momento pasa a ser una quena grave que sopla hacia una quebrada desolada y la invade hasta el eco más remoto.
Hay en ella desgarramiento, dramatismo gitano, llantos, atonalidades y vibratos justos, hasta cierta desprolijidad buscada, alejándose de una pureza que no hace al caso. Hay riesgo puesto en juego, hay osadía, y sin lugar a duda hay una instrumentación vocal de sentires muy nobles con los que Jury tamiza su canto, vibra ella y conmueve a los demás.
¿Puede pensarse sin embargo que está en camino? Es así. Con la promesa que eso encierra por encima de la madurez actual de su arte, que por su audacia y arraigo en la cultura latinoamericana trae remembranzas de la Susana Lago de Anacrusa en sus años más intensos, si bien con un color de voz diferente.
Jury había grabado antes con Juan Moscardini el celebrado disco Maldita huella en 2008 y fue artista invitada en el último álbum de Quique Sinesi, Cuchichiando. También integró tiempo atrás la banda de rock Claroscuro. Ahora se abrirá paso por sí sola, sin necesidad de padrinazgo alguno. Al lector, sin embargo, puede interesarle recordar que por sus venas corre sangre muy ligada al guionista y director de cine Jorge Zuhair Jury, su padre, y a su tío Leonardo Favio.


nota revista Ñ digital 1

http://www.revistaenie.clarin.com/escenarios/musica/Luciana_Jury_0_538746365.html#re-






11/07/2011
Luciana Jury  y “Canciones Brotadas de mi Raíz”
Una forma de homenajear a la vida







Se entiende por qué, el primer disco solista de Luciana Jury se llama “Canciones brotadas de mi Raíz”. Porque es exactamente un puñado de piezas musicales que forman parte del aire que habita “la Jury”, como la conocen todos. Hasta su apodo suena tan personal como su voz, expresiva, contundente y comprometida con cada verso. Una voz que, alejada de los cánones predeterminados de lo que debe sonar correctamente, esta cerca del espíritu de cada obra.
“Canciones brotadas…” es un disco maravilloso donde se conjugan autores clásicos: Ada Falcón y Francisco Canaro “Yo no sé que me han hecho tus ojos”, Eduardo Falú y Jaime Dávalos “Trago de sombra”,  Cesar Isella y Armando Tejada Gómez “Canción de Lejos”; Violeta Parra  “La mariposa”; Chango Rodríguez, “Corazón santiagueño”.
Hay también canciones inéditas o anónimas como la tonada “Ayer cuando iba a la Trilla” o el estilo “Tú eres la dulce trigueña” y algunas composiciones propias: “De a poquito quiero amarte” (de Luciana y Carlos Delgado) y “Cuando el amor se aproxima” (junto a Jorge Zuhair Jury).
Luciana Jury presentará su disco este viernes 15 de julio en el Teatro del Viejo Mercado del barrio de Abasto (Lavalle 3177, CABA) a las 23 horas.
En esta entrevista nos habla de este trabajo y de esas canciones que tienen que ver con su raíz más profunda.

El nombre del disco, alude directamente a la sensación de que las canciones son "realmente tuyas", como elegidas muy personalmente, es así realmente?. ¿Cómo fuiste eligiendo cada una de ellas?
LJ: “Mis raíces son mis padres  más  todas las instancias de amor   y desamor  que he vivido a lo largo de este tiempo  y que me han conmovido. Esas raíces  tejieron y tejen un entramado muy particular (el propio), y construyen un “soy”.   Yo encuentro  que  la voz  es la que mas  sabe de mí  y  me va contando cosas que no se cuentan con palabras, verdades que solo se revelan  en  una sonoridad determinada. Siento que  por ahí puedo colar una energía que no fluiría de otra forma. El nombre del disco  justamente alude a esto;  son las canciones que acompañaron el tiempo  amase de esto que soy  y   que brota de esta forma.”
Hija de Zuhair Jury, sobrina de Leonardo Favio, la intérprete lleva en su sangre la impronta de artista, lo que derivó primero en un interés por la locución, para definitivamente dedicarse a la música.
La producción artística del disco es de ella y Zuhair, y en los arreglos participan Carlos Moscardini, Lucas Vianco y Carlos Delgado. Participan músicos como el mencionado Moscardini en guitarras, el percusionista Rodolfo Sánchez, el acordeonista Néstor Acuña y el violinista Quique Condomí.
En este disco hay dos temas tuyos (uno con tu padre). ¿Cómo te ves en el rol de compositora?
LJ: Sí. "Cuando el amor se  aproxima": letra de Zuhair Jury y  música mía. Me gusta  escribir  y también componer, pero no es algo que esté haciendo en el presente. Este último tiempo he estado cantando con músicos y compositores de mucho talento y contundencia creativa (Carlos Moscardini, Quique Sinesi) siento que por el  momento Latinoamérica, como región  de pertenencia  me espera con muchas  obras  por descubrir... No lo sé quizá en un par de años me embarque otra vez a componer y/o a escribir...dejaré que fluya.”
¿En qué sentido venir de una familia de padre y tío artistas influye en tu trabajo, en tu estilo bien personal de interpretar, de sentir cuando cantás?
LJ: “Trato de que no influya en ningún sentido. Una manera de decir es una manera de sentir y el sentimiento es una capacidad  que tenemos los  humanos para desplegar lo propio  y nos  invita   a salirnos de los moldes. Aún de los familiares. Quizá a otro le preocupe más que a mí y armará sus conclusiones...Yo lo único que sé es que cuando agarro la guitarra y canto estoy más conmigo  que en cualquier otra instancia.”
¿ Hay algún autor en particular que te llegue más que otro?. ¿Alguno que te gustaría grabar próximamente o  que no entró en este disco?
LJ: “En principio reconozco que son  las obras anónimas  o las rescatadas del acervo popular  las que más curiosidad me dan...cuando atrás de una copla, una tonada o un estilo hay un pueblo, que  atravesando el rigor   el tiempo,  sostiene   la   necesidad de decir algo  o pegar un grito  (ya sea por  amor o por injusticias -una de las maneras del desamor-), la carga de la obra se magnifica, a mi criterio. Además no puedo dejar de sentir un  encanto especial por la construcción poética y musical que traen  de otros tiempos, estas obras.  En las formas del lenguaje o regionalismos que aparecen en  sus letras. O en sus distintas  formas musicales  que obligan a determinados rasgueos, silencios o desbordes. Son documentos que uno puede desempolvar, nutrirse y  transmitir a los que vienen  si quiera con algo de lo propio incrustado en ellas. Me maravilla la dinámica de estas obras en particular.  No obstante debo decir, quizá no sea la forma adecuada (si hubiere alguna), que trato de no elegir  las canciones por los autores en sí. A decir verdad creo que, por lo menos en este disco,  todas las canciones que lo habitan, son elegidas por lo  que son ellas mismas y lo que simbolizan en mí.”
Ya habías hecho un disco excelente junto a Carlos Moscardini (NOTA: “Maldita Huella”, del año 2008) y este como solista, está en la misma línea: cuál es el secreto, según tu teoría para realizar trabajos tan logrados?. ¿Esperabas tantas excelentes críticas y comentarios?
LJ: “La vida me ha dado la posibilidad de encontrarme con gente muy rica para el alma…pienso que en el mundo andamos, las humanos haciendo algún camino y  que las energías que circulan por esta tierra juntan a la gente con la que uno siente que nada tiene que explicar. Es de la única forma con la que yo puedo trabajar con alguien más.  Las buenas críticas son una caricia para el alma…las recibo con alegría por que  a otro ha conmovido lo que en algún punto me conmovió a mi y siempre es una instancia felíz, cuando ocurre, la comunión de sentimientos.”
Sobre la presentación del disco el 15 en el Viejo Mercado, ¿qué detalles se pueden contar? Invitados, músicos que te acompañarán etc.
LJ: “Para el 15 de julio  voy a estar compartiendo “sentires”  Carlos Moscardini, Quique Sinesi y Carlos Delgado, entre otros.  Deseando  que se arme un lindo encuentro de corazones latiendo en el escenario y en el público y que seamos todos juntos un lindo y humilde  homenaje a la vida.
PDS








 Espectáculos-Música -  17/ 07/2011



CANTORA Así se define Luciana Jury. Canta zambas, cuecas y otros ritmos.

Una nueva voz se abre camino

17.07.2011 | Por Patricio Féminis especial para clarín
La pampa sigue debajo de las calles del Abasto. Esa certeza, como el aroma de viejos amores, se reverdece al captar la voz familiar y dolida, de color suburbano y de tierra adentro, de Luciana Jury. Frente al mercado restaurado en shopping, en el Teatro del Viejo Mercado (Lavalle 3177), su canto fue pampa, periferia y hasta espíritu rock al revivir las melodías atemporales de su primer disco solista: Canciones brotadas de mi raíz.

Morocha y de negro, La Jury descifró soledades y querencias en la presentación del disco, en que reunió varios standards de raíz folclórica y dos temas suyos, ligados por el amor celebrado, el perdido o el conjurado: primero con la guitarra, cantó Ayer cuando iba a la trilla (tonada anónima); llevó el rostro al pecho en Tú eres la dulce trigueña, un estilo (anónimo también) que a los Jury les hizo conocer don Julio Guzmán, de San Antonio de Areco. Allá al fondo asentía Zuhair, "el Negro", su padre (hermano de Leonardo Favio): uno de los inspiradores "de mi camino de cantora".

Su voz se dejó flotar (o quebrar) sobre las melodías, buscó su médula, sus fronteras. Y no es fue sólo pampa sino cuecas chilenas: La Mariposa -recopilada por Violeta Parra- y -otra, por Charo Cofre- Ingrato mío. Oyéndose cantar penando junto al charango de Carlos Delgado llegó a otra catarsis con un bailecito, el bombo y las escobillas de Leandro Savelón: "Quisiera que salga un tigre del monte y me haga pedazos". ¿De qué tiempos llega ese pesar, esa acentuación? Huellas flamencas, sirias, españolas "conviven en mí; rock, también", le contaba a Clarín un día antes. Y allá arriba, tras el vapor de un té de eucaliptos, siguió viajando: tras la zamba Canción de lejos (Isella-Tejada Gómez), llamó al guitarrista Quique Sinesi para Lavanderas de río chico del Cuchi Leguizamón, y se dejó ensoñar al verlo puntear e improvisar en Corazón Santiagueño, del Chango Rodríguez.

Faltaba el diálogo familiar: su gato De a poquito quiero amarte la hizo ver, al fondo de la sala, los ojos de su padre: "Al disco lo hicimos con él, al igual que la pintura de la tapa", sonrió. Ese instante de ellos, junto al público, llevó a La Jury a la intensa chacarera -de ambos- Cuando el amor se aproxima. ¿Cómo regresar, así, de ese desvelo tierra adentro? Fue con su pareja, el músico Edgardo Grasso, a la tonada Una pena nuevamente (Guastavino-Falú); recibió la emoción unánime con el vals Yo no sé qué me han hecho tus ojos (Canaro), respirando cante jondo y criollismo. Y recordó: "dice el Negro Jury que el tiempo cae como un insulto. Algo de eso debe haber". Quedaban dos últimos amores y sombras: junto a la guitarra -con vuelo yupanquianode Carlos Moscardini, hizo Trago de sombra (Falú-Dávalos), y en esa voz alejando abandonos flotó, incluso, algo del desgarro blusero de Janis Joplin cuando volvieron al pago con la Maldita huella. Al suburbio con tierra debajo; amores, hambre, y nostalgia en estas coplas, diciendo: "Un rezo, un grito en el silencio, no más que eso".


las12
Viernes, 12 de agosto de 2011
MUSICA

La sangre brota

La cantora Luciana Jury presenta Canciones brotadas de mi raíz, su primer disco solista, un loable despliegue del cancionero latinoamericano, a corazón abierto, sinceridad y crudeza.

 Por Guadalupe Treibel
Hay vuelos interpretativos que hacen de la expresión un salto al vacío. Sin red, la voz no se pasea por el inventario popular: se zambulle de lleno y salpica una emotividad dramática, cruda, carrasposa. Se empapa de la tierra que aúna para devolverla mejor, más fértil, renovada. Esa voz –la que inevitablemente interrumpe el aire y lo carga, lo desnuda a pura melodía– es la que ofrece Luciana Jury en su primer disco solista, el fresco Canciones brotadas de mi raíz, un repertorio de 14 temas que vuelven sobre la geografía norteña, de Cuyo, Bolivia, Chile y otros puntos latinoamericanos con un leitmotiv a puro corazón. Romances de chacarera, cueca, gato, bailecito, ranchera o valsecito vueltos a construir por la treintañera a partir de composiciones propias y tracks de Violeta Parra, Eduardo Falú, Jaime Dávalos y otros etcéteras. Desde el vamos, el saludo no da respiro: Jury inaugura con versión personalísima del clásico de Francisco Canaro (que popularizara Ada Falcón), “Yo no sé qué me han hecho tus ojos”, tema que coquetea con el flamenco para entregarse de lleno al folklore bien entendido.
“Me doy cuenta de que las canciones tienen una razón de pasión, una existencia de amor, pero no fue una temática pensada. Permití que se me aparecieran. Internamente llevo un archivo importante de temas y, en el trascurso de los tres años de preparación del disco, dejé que se condensara lo aprendido y saliera lo más representativo”, cuenta a Las12 quien –en el ínterin de las grabaciones– fue madre, se recluyó para crear nido y “armar una historia con la maternidad”. Ahora, con una beba de 11 meses, la petit Mora, y un notable disco, la intuición presenta sus frutos a puro paisaje latinoamericano. Con inspirado arte de tapa, vale decir, un autorretrato a puro lienzo y acrílico que ella misma pintó recibe con frase evocadora: “Olor a tierra fresca que viene de una raíz profunda”.
En franca bio, no es el primer paso interpretativo de la morocha de rulos pronunciados. Primero fue locutora; después, hizo rock con su banda Claroscuro y, tres años atrás, puso voz al LP Maldita Huella, disco en conjunto con Carlos Moscardini; luego, participó en el último trabajo de Quique Sinesi con un tema del Cuchi Leguizamón (Lavanderas del Río Chico) y se subió al tren fílmico en El piano mudo, el homenaje a Miguel Angel Estrella que realizó su padre, Jorge Zuhair Jury. Porque Luciana lleva, en sus raíces, otra tradición: La de una familia de artistas. No sólo es hija del ya nombrado cineasta, guionista y artista plástico, también es sobrina del mismísimo Leonardo Favio.
Por cómo viene el árbol familiar, siendo tu papá y tu tío realizadores y tu primo (Nicolás Favio) y vos músicos, si tu nena de 11 meses pega el salto generacional, puede salir directora de cine...
(Se ríe) –Mora tiene una gran sensibilidad para la música pero ¿qué niño no la tiene? En su carita veo el hallazgo constante. Para mí habrá sido así también, ¿no?
En una entrevista, pedías que te definieran como cantora, no cantante. ¿Por qué la deferencia?
–La cantora es más amable; está más cerca del pueblo, de la tierra, de la gente. El cantante, para mí, está en otro planeta y yo necesito estar cerca de mis raíces musicales porque son las que narran al pueblo: cuáles son sus desesperanzas, sus alegrías, sus maneras de sonar, sus gritos, sus silencios. Me gusta eso.
Das clases de canto, ¿cómo te sienta la docencia?
–Doy clases en Tortuguitas, donde vivo, desde hace siete años. Mi especialidad es la música de raíz pero enseño técnica vocal a adolescentes y adultos.
¿Y los adolescentes se enganchan con las canciones de raíz?
–Sí, porque no las conocen. Despliegan una necesidad solapada de reconocer de qué se trata. A veces, hay que sacarles el rótulo “folklore”; puede ser un traje pesado de llevar. En especial, cuando lo que últimamente se muestra como folklore, no lo es; es una tipificación masiva que confunde acerca de lo popular. Es legendario: la industria cree que venden los gritos, las palmas, el movimiento y nada más, pero el propio pueblo dice que no es así. Hay canciones anónimas centenarias que condensan un sonido, un silencio y una quietud. ¿Qué es más popular que eso? ¤
Luciana Jury presenta Canciones brotadas de mi raíz el domingo 21 de agosto a las 21 en No Avestruz (Humbolt 1857, Palermo). Reservas al 4777-6956. Entradas $35.




Viernes, 15 de julio de 2011

MUSICA › LUCIANA JURY Y CANCIONES BROTADAS DE MI RAIZ, SU PRIMER DISCO SOLISTA

La banda de sonido de los recuerdos

 

Se define a sí misma como “una intérprete que va captando canciones de cualquier estilo”. Pero aunque tiene un pasado en el rock y está fascinada con el flamenco, sus temas transitan fundamentalmente por paisajes argentinos y latinoamericanos.




Hay canciones que por diversas cuestiones se convierten en la banda de sonido de los recuerdos. Forman parte de ese repertorio porque acompañaron momentos definitivos: una pérdida, un amor, un triunfo, un fracaso. Esa idea movió a la cantora Luciana Jury para seleccionar los temas que componen su primer disco solista, Canciones brotadas de mi raíz, trabajo que descubre a una gran intérprete. “Estas canciones vienen de la raíz de los afectos: de las cosas vividas, los amores, mis padres y mi hogar. Todo eso más todo lo vivido hasta hoy, en esas situaciones de amor y desamor, fueron construyendo lo que soy hoy. Fueron rescatadas durante mi infancia, adolescencia y adultez”, dice. Pero el repertorio no sólo es un reflejo de su universo interior sino de la música popular argentina. “Porque el canto popular es parte de la identidad de todos. Trabajo desde ahí: desde el canto y las canciones que representan a un pueblo. Porque yo soy parte de ese pueblo y siento que todos en algún punto tenemos algo en común”, se explaya Jury, quien presentará su disco hoy a las 23 en el Teatro del Viejo Mercado (Lavalle 3177).
Lo primero que sorprende son los matices y colores de su voz. Apenas comienza “Yo no sé qué me han hecho tus ojos” se podría creer que está frente a un disco de flamenco. Pronto la rítmica revela que se trata de folklore. Pero Jury explora otros registros: “No fue analizado, ni pensado. Es mi manera de cantar”, responde la también guitarrista, pero relaciona: “Siento que España es un lugar que echó raíces muy fuertes en toda Latinoamérica. La cultura española es muy fuerte. Y yo también tengo raíces árabes, mi abuelo era sirio, entonces la cosa mora y flamenca se cuela en algunas grietas, en sonoridades de mi voz que aparecen por el hecho de cargarlas en mis genes”. Además, cuenta, artistas flamencos como Camarón de la Isla y Concha Buika dejaron huellas. Tampoco se olvida de “sus mujeres”, que marcaron su camino: Violeta Parra, Janis Joplin, Liliana Herrero y Chavela Vargas. Ese sonido nostálgico y desgarrador se dispersa por varias canciones y logra una fusión coherente, sobre todo con relación a las historias de las letras. La mayoría se cruza con el dolor. “La música flamenca es una de las músicas folklóricas que más me atrapan porque hay un desborde, una urgencia por sacar el alma afuera, pegar un grito, homenajear a la vida y entristecerse un poco porque esta vida se termina. Hay algo de vida y muerte en las voces flamencas.”
Sin embargo, el grueso de la base musical transita por paisajes argentinos y latinoamericanos: desde La Pampa hasta el Noroeste, la región cuyana y las zonas andinas de Chile y Bolivia. Así, Jury le pone el cuerpo y el alma a “Corazón santiagueño” del Chango Rodríguez, a la tonada anónima “Ayer cuando iba a la trilla”, a “Una pena nuevamente” de Carlos Guastavino y Eduardo Falú, al bailecito anónimo “Quisiera que salga un tigre” y a “Trago de sombra” de Falú y Jaime Dávalos, entre otras. Según cuenta, esos temas aparecieron de manera casual y no tanto. “Este disco fue bastante intuitivo. Fue una consecuencia de situaciones amorosas que tienen que ver con el sentimiento: han aparecido, en esas instancias de amor, canciones que acompañaban esos estados. Es una ‘casualidad’, entre comillas, porque también esas casualidades se van dando casi inconscientemente. No fue pensado el disco. Fue haciéndose de acuerdo con lo que iba viviendo. Por eso tardé tres años.”
En su debut solista incluye “De a poquito quiero amarte”, una canción que compuso junto Carlos Delgado. Y hasta se anima a cantar una escrita por su padre, el guionista y director de cine Jorge Zuhair Jury: la chacarera “Cuando el amor se aproxima”. “Con mi papá –recuerda– trabajé artísticamente el disco, de manera casual. Pero a lo largo de ese tiempo le consulté cuestiones artísticas que me interesaban escuchar de su boca y su cabeza. Porque considero que es uno de los escritores y artistas más importantes dentro de la cinematografía argentina. Además, como padre, ha sido un hombre que ha sembrado duendes. Encendió en mí una llamita”.
Antes de Canciones..., el guitarrista y compositor Carlos Moscardini la había convocado para que pusiera voz a sus canciones con estéticas bonaerenses. De ese encuentro nació en 2008 Maldita huella. “Era un reflejo de una Buenos Aires suburbana que carga un campo tras el asfalto”, define ella. Pero, en su etapa solista, conversa aún más con la naturaleza: “Esas sonoridades y evocaciones hacia ciertos paisajes y formas de la naturaleza en las letras tienen que ver con que no las puedo dejar de lado, porque somos un todo. Atahualpa Yupanqui repetía una frase que decía: ‘El hombre es tierra que anda’. ¿Cómo no voy a querer estar cerca de la inocencia de la naturaleza, que da sin esperar nada? Somos un todo”. Y aunque en el disco parecieran no quedar rastros, cantó en una banda de rock.
–¿Qué enseñanza le dejó el rock?
–Fue el género que me confirmó que mi necesidad interna estaba en desplegarme arriba de un escenario. El rock tiene el don de liberar almas, no hay estructuras que te aten. Tuve que pasar por el rock y por ciertas canciones que me permitieron entender que mi placer, mi disfrute y esa energía sólo puedo hacerlas fluir en el escenario. Tampoco quiero encasillarme. Pienso que soy una intérprete, una almita que va captando canciones de cualquier estilo. Ahora estoy más encantada por la necesidad de echar raíces y de crear una identidad como argentina y latinoamericana. Esto es inconsciente. Pero hoy descubro que me encuentro más con la música de raíz folklórica latinoamericana que con otros ritmos.
Informe: Sergio Sánchez.




Publicado el 13 de Julio de 2011

Entrevista a Luciana Jury
Cuando la música cura el alma
Maby Sosa
Hija de Jorge Zuhair Jury y sobrina de Leonardo Favio, acaba de editar Canciones brotadas de mi raíz, donde reúne lo mejor del cancionero popular argentino, chileno y boliviano. Afirma que el artista sólo debe pensar en crear.

 

Luciana Jury nació en Buenos Aires pero en su voz se escuchan otros paisajes. Ella le atribuye su amor por la música popular a la herencia familiar. Su madre le transmitió la pasión por el canto y el amor por la guitarra y su padre le dejó la necesidad de escribir. Es hija de Jorge Zuhair Jury y sobrina de Leonardo Favio, pero esto no determinó nada en su carrera, más que la pasión por el arte.
Después de tres años de trabajo, la cantora sacó su primer disco Canciones brotadas de mi raíz, que presentará nuevamente el viernes en el Teatro Viejo Mercado. Se trata de 14 canciones “rescatadas desde el recuerdo de la infancia y adolescencia”.

–¿Cómo te acercaste  a la música popular?
–Es la más cercana a la identidad, es la que tengo más cerca de mí y conozco y siento más. No sólo tiene que ver con cantar canciones argentinas, si no que hay una intención de romper límites regionales, mirar un poco más amplio, darnos cuenta de que estamos más unidos entre los países de lo que creemos. Las culturas y las formas de vida no tienen límites geográficos demarcados, se vive y se construye en el mismo lugar del que los habita.
–¿Cuánto condiciona o aporta el paisaje en la música?
–Trato de sacarme de encima todas las ataduras de regiones y de zonas, es verdad que te condiciona para escribir o componer cierta música. En este disco me estoy mostrando más como intérprete que como compositora, tal vez cantando, uno compone de una nueva forma. Cuando canto saco todos los ritmos que tengo dentro, que escuché desde siempre, por eso me parece que el paisaje no tiene tanto que ver, aparecen cuando uno asume que los lleva consigo.
–Trabajaste tres años en el disco, ¿qué cosa no te convencía?
–La última canción la grabé hace tres meses. Pasaron muchas cosas desde que comencé. En el medio grabé con Moscardini, pero decidí hacerme cargo de lo que estoy haciendo, lanzarme sola a cantar y estar más comprometida a la hora de elegir el repertorio. Eso hizo que desechara muchas cosas. Además tuve una hija, o sea que pasaron muchas situaciones en el medio y no quería arrepentirme de nada, trabajé para quedar contenta con el resultado.
–¿Cómo pensás tu carrera?
–A mí me gustaría seguir teniendo espacio para mostrar lo que hago. Soy feliz cantando en casa con mi hija, mi marido y mis amigos. Pero si lo que hago puede servir para enriquecer el alma o disfrutar un buen momento, si esa energía le sirve al otro, me gustaría que haya más espacios. Creo que la música cura el alma, y creo que el artista no tendría que preocuparse por llenar tantos lugares en un bar para estar tranquilo. Que el artista se ocupe de crear. 





20 de agosto de 2011

Bien de familia

Entrevista a Luciana Jury
Por Mariano del Mazo

Hija de Jorge Zuhair, sobrina de Leonardo Favio, Luciana Jury más que una descendiente es una heredera. Y en sus Canciones brotadas de mi raíz, demuestra con estilo lo que ella es capaz de hacer con ese legado.
 











El comienzo es inmejorable: una sutileza flamenca, algo espectral, que va definiendo la armonía de Yo no sé qué me han hecho tus ojos, el vals de Francisco Canaro que registra la pasional y cruel relación que el compositor uruguayo tuvo con Ada Falcón, y que terminó con la cancionista recluida en un convento en el medio de las sierras de Córdoba. Es el canapé del dolido espíritu andaluz con el que Luciana Jury introduce sus Canciones brotadas de mi raíz y que funciona como credencial de identidad. Esta mujer con cara de gitanilla o de palestina (“atención productores de cine, miren este rostro”, se ríe), suerte de Rita Cortese de treinta y pico, está atravesada por sangre española y árabe, la misma de Leonardo Favio. La cantante es la hija del cineasta, guionista y artista plástico Jorge Zuhair Jury (“flor de Edipo… cómo no tenerlo: mi viejo es un genio”), hermano de Favio, y ha pasado años (años de terapia, también) tratando de esquivar semejante influjo.
Pero ocurre que no hay manera: este revelador Canciones brotadas de mi raíz es un viaje a su propia infancia, y esa infancia está marcada por madre y padre y, lateralmente, por el aura del tío. No sorprende entonces cuando Luciana dice “mi casa” y se refiere a la de sus padres, a la de su niñez. “En mi casa se refranea mucho, eso es muy español… El ancla artística está ahí, en lo de mis viejos. Los dos tocan la guitarra, los dos cantan, papá pinta… Estoy casada, tengo una nena de 11 meses y me mudé a un par de cuadras de ahí, siempre en mi querida Tortuguitas. Me gastan y dicen que no corté el cordón umbilical… Mi marido también es músico, tiene una banda de rock.”


¿Cómo te influyeron tu padre y Favio?
R: Mi familia es muy desbordada, muy pasional, muy… onírica. Pensá que mi viejo hizo la película El fantástico mundo de María Montiel, en 1978. Y bueno, yo estuve bastante presente en todo el proceso de filmación de Gatica… Pero no todo lo que han hecho los Jury me influyó. De Leonardo admiro su trabajo no sólo en cine, sino también en la canción. Me gusta su forma de encarar el laburo: la obsesión, la meticulosidad, el manejo de los tiempos. A él no le importa cuánto demora en terminar una obra. Sabe hacerse amigo de la espera. Y yo, salvando las distancias, me manejo igual. En cambio mi papá es más ansioso. 

Si bien considera que éste es su debut solista, hace tres años editó junto al guitarrista Carlos Moscardini el disco Maldita huella. “Fui más que nada la cantante de su proyecto. Era la personalidad de Carlos la que se imponía, trabajamos como dos fueguitos separados, cada uno haciendo sus cosas. Aquí en varios temas toco la guitarra, y es una guitarra mucho más apaciguada, que simplemente acompaña la intención de la voz. La cuestión es bien diferente. Todo dependió de mí, yo fui la directora de mí misma. Este disco me representa de principio a fin. Se fue armando naturalmente, con tiempo de elaboración, de maceración y de madurez personal. Estuve atenta a cuáles eran las canciones que me llamaban. Creo que la resultante es un disco de amor, de situaciones de amor por las que suele atravesar una mujer.”
Canciones… es un disco extraordinario. Por repertorio y por gesto artístico. Jury se incorpora al lote de intérpretes que cantan sin red, que deconstruyen la canción hasta encontrar su esencia, que toman el cover como una nueva creación. La huella la ensanchó significativamente Liliana Herrero y su “canto fuera de quicio”, pero también habrá que anotar aquí las incursiones folclóricas de Roxana Amed junto a Adrián Iaies y a la notable intérprete entrerriana Marita Londra, entre otras. “Sí, me siento identificada con esas maneras, con esa forma de entregarse a la canción sin temor al error. Es decir, no me interesa cuidar temerosamente nota por nota… Es decir: ¡mucho más Bethania que Gal Costa!”
Bellezas  del  Chango Rodríguez (como ese monumento a la chacarera que es “Corazón santiagueño”), una cueca recopilada por Violeta Parra (“La mariposa”), piezas de Eduardo Falú (“Una pena nuevamente” y “Tragos de sombra”, con la misteriosa poesía de Jaime Dávalos), una ranchera que parece arrancada del corazón de Chavela Vargas (“Cuando regreses”, de Víctor Yunes), “Canción de lejos” de César Isella y Armando Tejada Gómez, algunos temas de máxima pureza folclórica como los anónimos “Quisiera que salga un tigre” y la tonada “Ayer cuando iba a la trilla” y un par de temas propios: “De a poquito quiero amarte” (“pero me sale a montones”, letra de Jury y música del guitarrista y coarreglador del disco Carlos Delgado) y “Cuando el amor se aproxima” (música de Jorge Zuhair Jury y letra de Luciana). El disco suena orgánico, conceptual en su diversidad estilística y propone un diálogo ejemplar con la tradición y la modernidad: hay una intención de partir desde el pasado hacia territorios inexplorados. “Me gusta escribir y componer. Con mi viejo tenemos mucha interacción artística: de hecho, la tapa del disco es un retrato que hicimos prácticamente juntos. Lo empecé yo, lo terminó él.”

¿Sos vos la del retrato?
No, ojalá…

¿Quién es?
Traté de hacer la cara de la voz.

¿La cara de la voz?
Sí.

Luciana dice que intenta no ser aplastada por el peso familiar. “Porque hay mucho mío propio también, todo lo que yo quiero ser como cantante. El disco me espeja a mí, no a los Jury. Y en ese sentido, también estoy indagando mucho en las obras anónimas, las que no pertenecen a nadie y pertenecen a todos.”


¿Qué buscabas cuando empezaste a concebir el disco?

Que lo que se escuche fuera verdadero, que mi voz fuera de verdad. Si logré eso, ya está. No tiene que haber un esfuerzo al cantar… Hay que intentar que exista el menor artificio posible. Que haya magia, esencia, corazón, misterio. No es fácil. Es lo que trato de inculcar a mis alumnos. La voz se debe mandar por lugares donde el pensamiento no entra.

¿Das clases?
Sí, en Tortuguitas.

¿Y qué es lo que enseñás?
En principio trato de ayudar a que la gente encuentre su verdadera voz. Generalmente vienen con una voz que no es la propia, sino un molde. Intento que alcancen el sonido que les corresponde, tanto para la voz hablada como para la voz cantada… Después se afina, pero primero tenés que encontrar tu voz. No es sencillo, hay que reconocerlo, autorizarlo… Algunos huyen despavoridos.

¿Se puede enseñar a afinar?
No, no se puede. Básicamente es algo innato. Igual no creo que sea tan importante. No se puede desafinar del inicio al fin porque es insoportable… pero está bueno desafinar cuando uno quiere desafinar.

Quizás esa actitud, ese soslayo intencional de cuestiones técnicas, vengan de la época de Claroscuro. Durante años Jury fue la vocalista de una banda de rock con ese nombre y en su firmamento habitaba una sola diosa: Janis Joplin. Pasó mucho tiempo para que se deslizara hacia otras formas de la música popular, aunque todavía no sabe bien qué es lo que está haciendo: “Yo no sé si hago folclore: finalmente son canciones de mi historia personal. Hay canciones chilenas, bolivianas… de todo. Mi vieja tiene ascendencia india. Es un menjunje. Al menos aspiro a resignificar el folclore, y apuntar a una música que no sea patrimonio de nadie. Fijate que hice rock, que es algo bien urbano… Yo estoy en el límite. Soy de Tortuguitas, ¡hago música conurbana!”
Habla de política y de la diferencia entre música popular y masiva, dice que va a defender el disco con uñas y dientes, “tocándolo en todos lados”, y reflexiona sobre los agujeros que provocó la dictadura y el menemismo. Vuelve a su padre. “Fijate, nadie lo considera. Es un gran escritor, un gran pintor. Es cierto que no le gusta la exposición y que está en el lugar que él quiere estar. Pero convengamos en que este país ha hecho bastante para borrar la identidad y no preocuparse por los artistas… Viene de hacer Piano mudo, una película sobre el año en que Miguel Ángel Estrella estuvo detenido en Uruguay. Pero yo creo que merece otro tipo de reconocimiento. Cuando lea esto me mata, porque tiene un perfil subterráneo. Pero bueno che, ¡es mi papá!”